Las lágrimas de Novak Djokovic

03/09/2016 - 18:03 Francisco Vaquerizo

Entre las muchas imágenes para el recuerdo que dejaron los Juegos de Río, hoy quiero fijarme en las lágrimas de tristeza del gran tenista serbio.

Entre las muchas imágenes para el recuerdo, que nos dejaron los Juegos de Río, hoy quiero fijarme en las lágrimas del gran tenista servio, tras perder la ocasión de conquistar el oro olímpico. Era una de las pocas piezas que faltaba en su colección y tenía allí la más clara oportunidad de conseguirlo. Acaso, la última en tan favorables condiciones. De ahí que a Djokovic se le escapasen las lágrimas y saliese de la pista llorando. Insólita estampa porque él nos acostumbró a verlo triunfante y gozoso. Así es el tenis. Así es el deporte. Así es la vida. Así es la condición humana. Eso, humana.
  Yo, de antemano, confieso mi admiración hacia este deportista. También por sus triunfos pero, sobre todo, por su personalidad. Hombre correcto, amable, sonriente, sencillo en su grandeza. Por eso me adhiero a quienes han visto en el llanto del servio, en su abrazo deportivo a Juan Martín del Potro y en su cabizbaja despedida del torneo, una máxima representación de los valores olímpicos: respeto, educación y búsqueda de la excelencia.
  Lo del tenista servio, si nos quisiéramos poner estupendos, nos llevaría a consideraciones que exceden el plano deportivo. Que nadie es perfecto en todas y cada una de las circunstancias. Que los sueños, sueños son por muy fundados que parezcan. Que el mejor escribano echa un borrón. Que no todos los días sopla el viento a favor. Que lo de galácticos y otras lindezas divinales son pura idolatría emocional. Que no siempre es justo convertir la anécdota en categoría. y que, salvo la muerte, todo puede tener remedio.
  Pero, viendo las cosas con naturalidad, hablaríamos de un simple accidente, de un disgusto muy justificado, de una tercera ocasión perdida. Algo que ocurre a muchos deportistas. Pasan años preparándose para el evento y se les rompe el sueño a las primeras de cambio. Y lloran como el tenista servio. Aunque su llanto no sea tan mediático.
   Otras noticias nos ofreció Río – algunas tengo marcadas para próximos comentarios -, pero hoy me fijo en esta imagen de Djokovic. Llamativa, inesperada, dolorosa y, a la vez, entrañable. Cargada de emoción y ternura. El mejor tenista del mundo mostrando y reconociendo la vulnerabilidad de su condición humana.
    Cuando el servio se ha enfrentado a nuestro Rafa Nadal, he querido que ganara el manacorí. Por razones obvias. Pero también digo que me ha parecido siempre un deportista ejemplar. Luchador y amante de su profesión. Un personaje que nunca dejó de ser persona. Ojalá Píndaro estuviera hoy para rimar un epinicio en su honor. Aquel poeta lírico de la Grecia clásica que, con tanto arte y conocimiento, ensalzaba el valor de los deportistas porque “sus triunfos reflejan la victoria de lo Bello y lo Bueno sobre la mediocridad”.
       Las lágrimas de Novak  Djokovic, en cualquier caso, son lágrimas de punto y aparte