Entidades bancarias fantasmas


Yo, personalmente no me considero excesivamente mayor, pero muchas veces no soy capaz de teclear en los cajeros las opciones correctas para hacer una operación y me veo obligado a esperar otro rato para que me ayuden a resolver mis dudas.

Romanticismo puro: Noches oscuras, , y relámpagos, deseos que no se convierten en realidad, idealismos … No quiero detenerme en la mucha literatura amplia, excelente y variada del romanticismo español en todas sus manifestaciones: Poesía, novela, narrativa, arte, música etc.

  Me llama poderosamente la atención, que casi coincidiendo con la pandemia COVID-19, nos han modificado y cambiado en muchos hábitos de nuestra vida cotidiana.

  Han llegado las nuevas tecnologías a su máximo explendor en tiempo record y yo diría que quizás de forma precipitada y sin estar preparados al cien por cien: Ya no hace falta estar presente en el puesto de trabajo (Teletrabajo), ya existen aplicaciones en modelos de teléfonos móviles que dando a las teclas adecuadas montón de problemas se pueden resolver sin que nos atienda nadie y sin que podamos preguntar nuestras dudas cara a cara.

  Estos cambios, se notan en casi todas las actividades que realizamos a diario, pero quiero detenerme sobre todo en “Las entidades bancarias” que prácticamente se han convertido en edificios fantasmales: Poco personal, muy profesional, educado y atento. Ellos vestidos con trajes modernos de color moderado, el clásico marino o el gris más claro u oscuro, zapatos de cordón terminados en punta, camisa blanca o azul celeste y corbata con nudo menudo al cuello. Ellas con trajes a la última moda y vanguardia, tacones altos normalmente y de todas las marcas, maquillaje para borrar pequeñas imperfecciones de la piel y tanto ellos como ellas con una prudente sonrisa y amabilidad que contrasta con la blancura y perfección de sus dentaduras.

  ¿Pero qué pasa cuando vamos a una de esas “Entidades Bancarias Fantasmas” a realizar una habitual operación o gestión?

  En primer lugar tenemos que ir con antelación y hacer cola si ya hay esperando gente antes que nosotros antes de abrir esa entidad. Después cuando nos permiten pasar tenemos que teclear en una pantalla digital nuestro D.N.I. y elegir la operación que queremos realizar para después recoger un tiket con una combinación de letras y números que tendremos que estar pendientes de que aparezcan en grandes pantallas luminosas, llenas de consejos, anuncios y publicidad variada, haciéndonos que todo en el entorno sea maravilloso.

 Es cierto que cuando te toca tu turno te atienden correctamente y con profesionalidad, pero se echa de menos esa atención cara a cara que tanto gusta a la gente menos joven.

Yo, personalmente no me considero excesivamente mayor, pero muchas veces no soy capaz de teclear en los cajeros las opciones correctas para hacer una operación y me veo obligado a esperar otro rato para que me ayuden a resolver mis dudas, que seguramente al día siguiente volveré a tener, con lo cual quiero pensar que personas de edad más avanzada, que no tienen esas habilidadades para manejar cajeros ni ordenadores porque no han convivido con esos artefactos en sus vidas tendrán siempre problemas por muy bien atendidos que estén.

 Para ciertas consultas hay que pedir cita concertada antes de ir a la oficina bancaria con “tu gestor personal” para que te dé día y hora y así ahorrarte un paseo a lo tonto.

  Ya ni siquiera vale la célebre frase del novelista y periodista romántico español Mariano José de Larra (Madrid 1809-1837): “Vuelva Usted mañana”, porque siempre nos puede faltar algún documento que tenemos que buscar y volver otra vez, porque simplemente las ventanillas de atención al público casi ya ni existen.

  ¿Qué haremos cuando tanta tecnología nos deje tanto tiempo libre que no sepamos que hacer con nuestro ocio? Seamos más humanos y menos cibernéticos (Ya se escuchan ciertos ecos de incorporar ciertos aires de humanismo). Quizás en algunos aspectos estamos avanzando demasiado rápidos sin a lo mejor estar preparados y no tardando mucho tiempo tengamos que lamentarlo. Seamos más personas visibles y no espectros fantasmales. Conservemos ciertas costumbres que nos llevarán a valorar cuál es la magnitud y dimensión del mundo en que vivimos. ¡No nos engañemos nosotros mismos!

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