Los “esquivados” altiplanos de Guadalajara, según National Geographic
La revista National Geographic ‘viaja’ a través de los “bosques frondosos, nacimientos de ríos y campos que se llenan de flores en verano y caracterizan el norte de Guadalajara y la convierten en una de las mayores sorpresas naturales de la meseta castellana”.
La floración de la lavanda, “que en verano tiñe la Alcarria de violeta”, es un pretexto ideal para descubrir los parajes naturales de un territorio de “hoces caprichosas con lagunas color turquesa”. Así describe la revista National Geographic las tierras que discurren por la provincia, a través de sus diferentes comarcas.
“El altiplano de Guadalajara, visto desde la única autovía que lo atraviesa, muestra una cara áspera, curtida por los fríos y calores extremos”. Así define un territorio de contrastes, que va desde la llanura alcarreña y el montañoso Señorío de Molina-Alto Tajo, hasta La Campiña y la Sierra Norte.
Pero basta con desviarse por alguna carretera secundaria para descubrir “cómo un terreno que parecía la piel tensa de un tambor se quiebra con apenas tocarlo y, al asomarnos por sus grietas, aparecen bosques frondosos donde impera la ley del agua”.
Molina-Alto Tajo
El recorrido de National Geographic comienza con una visita al molinés Prao de los judíos, y un paseo por el Parque Natural del Alto Tajo, recomendando un baño en las aguas cristalinas del río y conociendo las tradiciones y los vecinos de Poveda o Zaorejas, visitando el Santuario de la Virgen de la Hoz y Hundido de Armallones.
“Seguir el curso del río Gallo es una solemne manera de adentrarse en el Parque Natural del Alto Tajo”. Su curso, recuerda, que fue el foso natural de la muralla de Molina, enseguida se convierte en el Barranco de la Hoz, un pasillo estrecho flanqueado por torres de arenisca que desafían la gravedad.
Poveda de la Sierra “no ostenta el oficioso título de capital del Alto Tajo, pero tiene poco que envidiar a Zaorejas, donde se puede conocer el viejo oficio de los gancheros. Es una alternativa con mejores conexiones por carretera que, precisamente por eso, cuenta con varias agencias que organizan descensos en piragua, barranquismo y hasta buceo”.
La Alcarria, sus parajes y la lavanda
National Geographic sigue su rumbo para bajar a La Alcarria, pasando por Cifuentes, con el “caudaloso río” que lo da nombre, “ciudad de las fuentes donde se hace a mejor miel de lavanda del mundo” y una de las principales paradas de la Ruta de la Lana.
La ruta prosigue a través del río Tajuña hasta llegar a Brihuega, “un vergel por cuyo subsuelo también corre el agua”. Desde su Torre del Homenaje se pueden disfrutar de unas “fantásticas vistas” del valle y de su “monumental” Real Fábrica de Paños. El trasiego discurre a través de los campos de lavanda, haciendo un repaso de todo lo que implica para la economía y turismo de la zona, para posteriormente cruzar la autovía “para seguir los pasos de Félix Rodríguez de la Fuente”, en un lugar “algo apartado de la ruta, en el entorno del río Dulce, uno de sus parajes predilectos”. National Geographic dignifica aún más su valor cultural histórico y turístico: “El parque forma pareja de baile con la monumental Sigüenza, cuyo castillo es uno de los más vistosos surgidos de la Reconquista”.
El pequeño Colorado castellano
La revista de viajes parte de la ciudad seguntina rumbo a Jadraque, después de atravesar “los bellos cañones del Badiel, un pequeño Colorado castellano”, en un recorrido dedicado “a los que quieran seguir siendo leales a los paisajes sorpresivos de la región y a sus carreteras retorcidas”. Allí se toparán con el Castillo del Cid, “sobre una muela desde la que se domina todo el paisaje ondulante que conduce a la Serranía… Uno u otro camino habrán de confluir en Cogolludo y su Palacio de los Duques de Medinaceli, un paisaje que nos transporta a la Toscana”.
La joya negra de Guadalajara
Desde Cogolludo se pone rumbo a Tamajón, “la puerta de entrada a los pueblos de a arquitectura negra y de camino decimos adiós a la meseta para entrar en un paisaje de monte”. National Geographic se dirige hacia Valverde de los Arroyos, “una pieza que se cobra cara, a costa de la enésima carretera retorcida, lenta y bellísima, entre viejos robles”. Allí –indica- ya se aprecia el paisaje de la “idiosincrática pizarra oscura que da nombre a la arquitectura negra”. Aldeas diminutas, “cortadas por un mismo patrón”, de campanarios de iglesias que apenas destacan sobre los tejados de pizarra, configuran el la zona. No hay que perderse las Chorreras de Despeñalagua, recomienda.
Explosión otoñal
Superadas las Chorreras, por encima de los 2.000 metros, “las vistas desde la cima del Ocejón son perfectas para improvisar el colofón a este viaje”. Hacia oriente, camino de la Sierra de Guadarrama, “divisamos más pueblos negros, como Campillo de Ranas o Majalrayo, desde los que se alcanzan las hoces del río Jarama. Hacia el norte se advierte el Hayedo de Tejera Negra, con ejemplares inmensos y antiquísimos que en octubre empezarán a teñirse de rojo en lo que será la siguiente explosión de color de Guadalajara”.