Mi recuerdo a Javier Uranga

30/07/2016 - 11:24 Francisco Vaquerizo

Me ha complacido ver en el Diario de Navarra el unánime reconocimiento a su labor y la multitud de gentes que acudieron a despedirlo.

Hoy quiero rendir homenaje en mi comentario a José Javier Uranga,  fallecido recientemente en Pamplona, donde había nacido hace noventa años. La noticia me ha recordado su excelencia profesional y su alta calidad humana. Amable y cercano con quienes fuimos sus alumnos en la Facultad de Periodismo de la Universidad de Navarra. Seguro de sus convicciones y enamorado de su oficio. Independiente, amante de la libertad y empeñado de que las pistolas no acallaran su pluma.
        Me ha complacido ver en el Diario de Navarra el unánime reconocimiento a su labor y la multitud de gentes que acudieron a despedirlo. Mariano Rajoy, en su pésame a la familia, lo califica de “español ejemplar y una institución en Navarra”. Dijo ABC que era “una de las plumas más certeras y acertadas de este país”. Según el mismo diario madrileño, en la vida de Javier Uranga hubo dos fechas claves. La de 1982, cundo asumió la dirección del Diario de Navarra y la de 1980 – 22 de agosto – cuando un terrorista de ETA le disparó veintisiete balazos.
         Al conocer la noticia de su atentado, sentí mucha tristeza. Cuando conocí los detalles del caso, sentí admiración. Cuando supe que salvaba la vida, sentí un gran alivio. Y ahora, recordando la pretendida bala de gracia que había chocado y doblado la medalla de la Virgen de Ujué, desviando la trayectoria, empecé a creer que había sucedido un milagro. Permaneció un año internado en la Clínica de la Universidad y volvió a su trabajo.
Unos años después, coincidí con él en una cena de antiguos alumnos. Celebrábamos el veinticinco aniversario de la promoción. Fue un gozoso encuentro. Había perdido movilidad y fuerza física pero seguía siendo el mismo don Javier que habíamos conocido en sus clases de Periodismo. Ninguno de los compañeros de mesa nos atrevíamos a preguntar por sus sentimientos hacia los terroristas. Conocíamos su perdón. Nos limitábamos a escuchar lo que tuviese a bien contarnos. Me pareció muy de acuerdo con sus convicciones saber que le habían hecho ofertas para recibir fuera de Navarra. Y que las había rechazado porque “si me voy de Pamplona, ETA ha conseguido lo que quiere”.
         A su muerte, se han dicho cosas admirables. Que fue un hombre irrepetible. Que había hecho lo indecible por Navarra, a la que conocía y amaba como el que más. Pero yo no puedo olvidar aquella voz lastimosa que lamentaba: “Como víctima, me sentí totalmente desprotegido. No nos hizo caso nadie y vivimos a la intemperie”. Los que fuimos sus alumnos lo recordamos con cariño y pedimos a Dios lo tenga en su gloria.