Molina la del frío

20/01/2017 - 18:10 Antonio Yagüe

El reto es gestionar bien esta peculiaridad y hacer del frío un atractivo turístico.

Hables con quien hables, ya sea del Señorío o de fuera, antes o después tiene que salir a colación el frío. Precisamente estos días y en un año en que el histórico récord de 28,2 grados bajo cero se nos jubilaría si fuera un trabajador. Mañana hará 65 años desde que el encargado del Observatorio Meteorológico, José Luis Martín Corral, lo comunicó a  Madrid. Los jerifaltes lo consideraron al principio una broma. Pero les tranquilizó que aquellos días se habían registrado 26 bajo cero en Calamocha y Teruel. La teoría del famoso ‘triángulo del hielo’ quedó confirmada y bendecida.
    Desde entonces, cualquier medio de comunicación que se precie solo habla de que aquí nieva, hiela o se hiela hasta el aliento. En ocasiones se añade que es una zona desértica, con una población terminal. Y el nombre de Siberia cae que ni pintado, aunque las temperaturas ya no sean tan rigurosas ni hayan sido el principal factor para que hoy solo haya 8.477 personas censadas frente a las 30.000 en 1952.
    Es muy probable que no se vuelva a batir ningún récord a nivel nacional ni se superen los 32 grados bajo cero que registró el ilardense lago Estangento el 2 de febrero. Ni mucho menos los -89,2 º que, a nivel mundial, se alcanzaron en la base rusa de Vostok en la Antártida en 1983. Pero muchos molineses consideran sus bajas temperaturas o ‘rascas’ (como dicen los modernos) como el ADN de la zona, una especie de singular patrimonio. Siempre como algo nuestro y positivo.  
    El reto, como acertadamente apuntan algunos, es gestionar bien esta peculiaridad y hacer del frío un atractivo turístico, nunca un freno, como están haciendo en la Siberia auténtica. Un experto en la materia y amigo de Cantabria, recién venido de Yakutia,  propone hacer campañas de promoción y diseñar rutas con reclamos como Molina invernal, con buena comida y bebida, tradiciones exóticas, matanzas, hogueras… Sugiere, para no liar a la gente, cambiar el nombre  y llamarle Molina del Frío. Sería lo menos costoso y complicado. El ‘de Aragón’ no gusta al ejecutivo de Toledo, al de Zaragoza tampoco le importará si se quita y a algunos siempre nos ha traído al pairo si es Castilla o no con tal de que sea España.