Molina sin toros

02/09/2016 - 19:58 Antonio Yagüe

No constan en el alcalde de Molina, Jesús Herranz, fervores taurinos. Ni lo contrario. Pero por primera vez desde la Guerra Civil, las ferias se han quedado in festejos taurinos.

No constan en el alcalde de Molina de Aragón, Jesús Herranz, fervores taurinos. Ni lo contrario. Como en mi caso. Pero por primera vez desde la Guerra Civil, las ferias se han quedado este año sin unos festejos taurinos cuya tradición se pierde en la memoria. Entonces el veto era lógico por la cercanía del frente y la posibilidad de propiciar un blanco fácil con el espectáculo. El horno estaba para pocos bollos.
    La ciudad incluso ha irradiado afición y compartido pasado con buena parte de Castilla y Aragón desde el siglo XIII. Más cercano en el tiempo, en 1895 el ganadero José María Arauz de Robles ya realizaba la trashumancia desde su finca de Jaén hasta la que poseía en Molina con más de un centenar de reses bravas para lidiarlas en las tardes de festejos en los pueblos. Lo contaba Vicente Sierra, más conocido como ‘el tío Guindilla’, ganadero también legendario, que se dedicaba a la reventa de aquellos toros y vaquillas en la comarcas de Cariñena y Borja.
    Pero de ser el plato fuerte de las fiestas de posguerra, la costumbre ha dejado de serlo, en medio de la polémica entre partidarios que la consideran un arte y detractores que la tildan de maltrato animal intolerable. Y la prohibición ha llegado a los ayuntamientos en los que los aficionados gobiernan con minoría. Es el caso de Molina, donde ha asomado por debajo de la puerta la pata de Podemos y sus mareas.
    Los sondeos reconocen que la afición ha decaído entre los jóvenes y que los toros empiezan a ser considerados cosas del pasado, como la monarquía, comer jabalí o jugar a la jarabá y al chirle media manga… Puede ser. Pero parece comprobado que hay cosas atávicas que no desaparecen con una prohibición. De hecho ya lo intentaron en España dos papas y dos reyes y resucitó con más fuerza. Quizá el futuro será quitar los picadores y un poco de sangre.
    “Los toros no pueden desaparecer de la noche a la mañana, así como así. Teruel viene de toro y estamos pegados”, me comentaba en Alustante hace unos años mi amigo de Orea, Félix Mallén, representante de la buena afición de nuestra tierra e incansable contador de historias de reses bravas y humanas.