Ni previsión ni reacción
Lo más asombroso e indignante son las explicaciones que ha dado el Ministerio, cargando toda la culpa sobre los conductores.
Parece mentira que en una sociedad avanzada, un país moderno y desarrollado como se supone que somos, miles de conductores se queden atrapados cuando cae una nevada. Cierto es que no estamos acostumbrados, pero las imágenes de la AP-6 del pasado fin de semana sorprenden a estas alturas de siglo. Primero por la falta de previsión de los propios conductores, segundo por la falta de reacción de la empresa encargada de prestar el servicio por el que sus clientes pagan para mantener la infraestructura transitable o al menos avisar de lo contrario; y tercero por la actitud del Gobierno central, encargado de velar por la seguridad de sus ciudadanos/contribuyentes. Pero, lo más asombroso e indignante son las explicaciones que ha dado el Ministerio, cargando toda la culpa sobre los conductores.
De lo ocurrido saco varias lecciones personales: que hay que apuntarse a un cursillo para aprender a conducir en condiciones meteorológicas adversas, que hay que aprender a poner las cadenas (y llevarlas), que no hay que tomarse las previsiones meteorológicas a la ligera, que en la autopistas de peaje también nieva y, por quitar un poco de hierro al asunto, que hay que llevar siempre un parchís en el coche por si tienes que pasar 20 horas en él.
Espero que el Gobierno también saque sus propias enseñanzas y se las aplique y tome las medidas oportunas sobre los responsables de la gestión de la AP-6.
Pero siguiendo con el temporal y en otro contexto, más increíble me parece todavía que los escolares pasen frío en algunos colegios de Guadalajara capital, una ciudad moderna, Smart Citi, y Ciudad Amiga de la Infancia. Pero más allá de todo eso, una ciudad cuyos ciudadanos pagan sus impuestos para que se garanticen unos servicios mínimos.
Ha sido un cúmulo de circunstancias, cierto, pero que evidencian la falta de previsión, preocupación o capacidad por parte o bien de los responsables de los centros, o de los responsables de mantener las infraestructuras o de la empresa que se encarga de presentar este servicio. Que se rompa una caldera es imprevisible, efectivamente, y se necesitará un tiempo para su arreglo. Pero que se decida hacer una revisión que lleva aparejado el apagado de todo el sistema de calefacción en horario lectivo, precisamente en los días en los que se prevén las temperaturas más bajas de todo el año, es algo que no tiene nombre. Para compensar se da la opción a los padres de no llevar a los niños al colegio ese día... ¿cómo se lo explicamos los padres a nuestros jefes?, “Mire que hoy no voy a trabajar porque a un lumbreras se le ha ocurrido quitar la poca calefacción que hay en el colegio de mi niño y para que él no se congele yo dejo de producir durante toda una jornada, si no le parece mal...”. Menos mal que en este caso, el del colegio Alvarfáñez, se ha reaccionado a tiempo y se ha pospuesto esta revisión. Ahora solo falta que acudan a revisar la calefacción sin tardar mucho en otro horario que se pueda compaginar con la actividad lectiva y el bienestar de los niños y que no lo dejen para el siglo que viene.
Y después de todo esto cabe preguntarse ¿para qué sirve que cada vez se avance más en las previsiones meteorológicas si luego no tenemos capacidad de reaccionar, ni siquiera a pequeña escala, ante lo que se nos viene encima?