Nochebuena sin cuñados
Pocos parentescos como el cuñadismo han pasado a ser tan denostados y señalados como paradigma de nepotismo y favoritismo.
Las estadísticas oficiales ratifican un descenso imparable del número de nacimientos. Nada menos que un 22% desde 2008, un año en que todo el mundo, salvo el entonces presidente Zapatero y sus mariachis, fijó el inicio de la crisis económica. Algunos dicen que ‘a mí qué me importa’, pero en buena lógica, si somos serios, debemos preguntarnos por las consecuencias de esta realidad.
Explican los expertos que, entre otras cosas, se ha producido un cambio en la composición/estructura de las familias. Si ahondamos en el tema, vemos que, como las comidas de los restaurantes modernos y un poco pijos, las familias pasarán a ser –más bien ya lo son- “más largas, estrechas, democráticas, diversas y femeninas”.
El aumento de la esperanza de vida ha comportado que cada vez haya más generaciones vivas de una misma familia. Los niños que nacen hoy tienen casi todos los cuatro abuelos vivos, e incluso algún bisabuelo. Una realidad que era relativamente poco frecuente en el pasado. Ocurre pues, que cuando nos sentamos en la mesa de Navidad, cada vez hay más personas de distintas generaciones y menos de la misma, ya que al tener menos hijos, obviamente se tienen menos hermanos. Y si tienes menos hermanos, también se tienen menos cuñados y cuñadas, una figura que, según los investigadores, está entrando en imparable declive.
El análisis de otros condicionantes como maternidad a solas, menos bodas y más divorcios lleva a los demógrafos a entonar réquiem por ellos. Además, pocos parentescos como el cuñadismo han pasado a ser tan denostados y señalados como paradigma de nepotismo y favoritismo. No fue ajeno el famoso cuñadísimo (de Franco), Ramón Serrano Suñer, auténtico gobernador de la posguerra. Por no citar al coetáneo y trincón Urdangarín. Hasta la Real Academia de la Lengua, asesorada por la Fundeu, ha agudizado su ridiculización social ampliando su significado a “tendencia a opinar sobre cualquier asunto queriendo aparentar ser más listo que los demás”.
Como dice mi propio cuñado Fernando, hasta un Premio Nobel se convertiría en un pringao si lo presentas citando este parentesco. De los concuñados, mejor no hablar, porque la gran mayoría de la gente ya no sabe distinguir, cree que son lo mismo. Una cena de Navidad sin cuñados será como un jardín sin flores. Una pena.