¡Oh libros, fieles consejeros!

27/08/2012 - 00:00 Valeriano Román Romero

 
 Amigos sin educación, despertadores del entendimiento, maestros del alma, gobernadores del cuerpo, guiones para bien vivir y centinelas para bien dormir. Cuantos hombres y mujeres de pocos medios económicos o ninguno han llegado a ocupar cargos importantes en la sociedad. Como los nietos de Cirilo Alonso, de oficio pastor, primo de mi esposa adoración, muy solicitados por su valía y todo gracias a los libros y también gracias a ellos, esa voluntad constante de trabajo, que todos estamos obligados a ser útiles así mismo y ala sociedad. Pero los libros de de adorno, ellos solos no, no son más que adornos para necios y no sirven más que para coger polvo dando trabajo a quienes tiene que limpiarlos.
 
  Como buenos compañeros y consejeros nos están esperando siempre con el mismo amor de ayudarnos, sin cansarse de repetirnos sus consejos cuantas veces los necesitemos con el mismo amor, con las mismas ganas, sin sentirse ofendidos por nuestros olvidos, sin pensar en nuestro desprecio. No tienen horario, a todas horas son buenos para acompañarnos, instruyéndonos con sus palabras escritas.
 
  Bendita sea la palabra y más la palabra escrita que nos pone al habla con los sabios que nos han dejado su saber, su servicio y su amor para nuestro bien, y podernos ayudar en tantas ocasiones como la vida nos lo exige. Así son los libros, y así son los sabidos que los han escritos, desde Séneca, o Platón a nuestro Baltasar Gracián y los proverbios, adagios y refranes de Salomón que tanto uso se hace de ellos para salir muchas veces de alguna encrucijada de la que no tenemos salida fácil. Así son los libros, y sus maestros, los libros están antes que la salud, porque con ellos se puede curar.
 
  Hasta cerrados, con la paciencia en silencio, nos esperan y pensamos que la paciencia es una de las mayores virtudes del ser humano. La forma de vida que hoy tiene la humanidad, comenzando por las guerras acompañadas de tanto atropello, junto a la miseria de todo orden tanto de subsistencia como de carácter humano, nos indica que no hacemos uso de los libros, como entendimiento de nuestro dialogo. Solo queremos imponer nuestras razones, sin tener en cuenta las razones, muchas veces bien razonadas, de los demás. Así lo ve una persona de 90 años.