Pitos y silbos

04/06/2015 - 23:00 Luis Monje Ciruelo

Tenía escrita La Brújula de esta semana, de tema político, pero he preferido desecharla y dedicar su espacio a la irritante pitada al Rey y al Himno de España que en la final de la Copa tuvimos que soportar los españoles aficionados al fútbol. Es difícil decir algo nuevo después de las numerosas, aunque no suficientes, críticas y reprobaciones que ha tenido el lamentable espectáculo extradeportivo. Pero no quiero pasar en silencio el bochorno que me produjo aquella masa de aficionados a los que no me atrevo a calificar para no ponerme a su nivel de tribu o manada, sin irme por la variante de hijos de su madre de la que seguramente son hijos dignos. Y no digo más para que no se me entienda. Ya ven, por tanto, que no aludo en el título a los silbos amorosos de los que nos habla San Juan de la Cruz, sino a los pitidos encrespados que contra ellos mismos, como españoles que son pese a sus intentos contrarios, proferían los que se despepitaban pitando. Y mi corajina se torna en desprecio ante el esbozo de irónica sonrisa complaciente de Artur Mas, el representante de España y del Rey en Cataluña y, pese a ello, el incitador más directo del vergonzoso momento. Ante esa foto de don Felipe VI, rígido, hierático, más por respeto al himno que por indignado, como seguramente lo estaría, y la burlona sonrisa contenida, con los brazos cruzados, del tal Mas, que no merecía estar a la derecha del Rey, ante esa foto, digo, crece mi menosprecio hacia ese individuo y mi respeto y admiración ante el Monarca, que supo estar como le correspondía en un momento difícil. Nos sobran en España personajillos como el señor Mas y nos faltan personas como el Rey, que, precisamente, crece en el aprecio y respeto de los españoles, entre los que es muy probable que se encontraran muchos de los que borreguilmente pitaban y silbaban. Ya lo anticipó Ganivet hace ciento veinte años: “Por lo visto, no va quedando ya ningún patriotismo anónimo”. ¡Vaya usted a recordarle a esa patulea de pitantes y silbantes la sentencia de Horacio que ya había anticipado Homero en la Odisea: “El morir por la Patria es dulce y hermoso” .(A lo peor es que soy un facha. O un antiguo. Por no decir vejestorio. Y podría ser verdad lo primero y seguro lo segundo) Pero, ahora que releo lo escrito, me pregunto, ¿cómo se me ocurre hablar de patria a quienes la insultan no sólo con sus pitidos sino con su conducta ciudadana y la exigencia de derechos, con olvido de las obligaciones que también están recogidas en la Constitución?.