Por pokemones

05/08/2016 - 12:59 Antonio Yagüe

La búsqueda de estos tipejos irreales también ha llegado a nuestros pagos, siempre con poca gente pero con bastante sentido común.

El terreno estaba abonado en un país desgobernado, sin encontrar una mayoría que lo remedie, y en desconexión de sus políticos con la realidad, no solo en Cataluña. Acorde con los tiempos en los que manda todo lo virtual, la gente se ha echado a campos y calles en pos de Pokemones, unos monstruitos generados por ordenador que no están ahí, sino en las tripas de algún servidor de Hong Kong al que se conectan e informan de sus coordenadas GPS.
    La búsqueda de esos tipejos irreales también ha llegado a nuestros pagos, siempre con poca gente pero con bastante sentido común. Los avispados programadores, atentos a demanda de los internautas, los han colocado en vetustos e históricos castillos como los de Zafra y Molina de Aragón,  lugares de culto como las ermitas de la Virgen de la Hoz (Corduente) y Nuestra Señora de los Dolores de Hinojosa, o dependencias oficiales como los ayuntamientos de Checa y Rillo de Gallo.
    Es poco probable que la pasión por estas criaturas inexistentes provoque en el Señorío tumultuosas concentraciones no autorizadas de sus fans, con fiestas o sin ellas, o altercados de orden público y estafas, como ya ha ocurrido en algunas capitales. Los adictos defienden a capa y espada que molan cantidad y que son totales. Tampoco faltan médicos y educadores que animan a la gente a salir a la calle, a hacer ejercicio y a relacionarse. “Nos hicimos novios y debemos el inicio de nuestra felicidad a la participación en un Pokemon Go en El Pobo de Dueñas”, relatarán a sus hijos y nietos algunos veinteañeros de hoy.
    El invento también podría ser una fuente de ingresos para las siempre vacías arcas municipales. Cómo? Muy sencillo: cobrando una tasa por este aprovechamiento especial y fanático de los espacios públicos. Por Pokemones.  Es una idea, que seguramente me hará llegar muchas críticas. Pero los alcaldes de la zona muestran en sus reuniones, encuentros y cumbres con zonga incluida, que están a la última. Hasta los de los  pueblos más pobres han pasado de la alforja y la burra al todoterreno. Un cambiazo total y real, que puede mejorar con el aterrizaje, virtual o lo que sea de estos bichejos. Y su tasa.
    Tiempo de pokemones? De “pokesluces”, que diría Don Isidro, el maestro mi pueblo.