¡Que vergüenza!
Creo que es necesario que los señores alcaldes soliciten a la Autoridad Competente de Castilla-La Mancha la reforma del mal llamado Reglamento Taurino.
Cuando contemplamos las corridas televisadas por Castilla-La Mancha, donde la mayoría de las veces salen toros con los cuernos más propios de corridas para rejones, ahora nos encontramos que en el Ayuntamiento de Hita se ha recibido un Expediente de Propuesta de Sanción por no estar un toro despuntado y afeitado, según el informe del reconocimiento efectuado por la señora veterinaria. La sanción está comprendida entre 301 euros y 30.000 euros. Por otra parte, el ganadero certifica que el toro sí ha sido afeitado.
Todos sabemos que la verdadera prueba es la que realizan los señores veterinarios nombrados por el Ministerio del Interior, para la cual es necesario tener astas y hacerle el correspondiente estudio biométrico con el resultado que del mismo se obtenga. Al no haber recogido las mismas después de la muerte del animal, creemos que la sanción quedará en nada, ya que la palabra de la veterinaria y el certificado del ganadero no son pruebas suficientes.
Creo que es necesario que los señores alcaldes soliciten a la Autoridad Competente de Castilla-La Mancha que reformen el mal llamado Reglamento Taurino (‘Bod río’ le llamamos algunos aficionados), pues las mentes preclaras que lo conformaron y después lo reformaron exigen presentar entre otras cosas:
“Itinerario del encierro (como si fuera teledirigido), croquis del mismo (para cortar caminos y carreteras), ¿quién las corta?; firmas con la autorización de los propietarios de parcelas por donde transcurra dicho encierro (cosa que nunca se cumple, por ser simplemente imposible).
Igualmente sería conveniente que los alcaldes ojearán el Reglamento para saber que la autoridad máxima es el presidente y no permitan que veterinarios ni guardias impongan las órdenes a su capricho, y por favor, que antes de firmar las actas lean lo que está escrito.
Señores políticos, ustedes ya han acabado con los festejos en la mayoría de las plazas por los desmesurados costes. Sigan poniendo denuncias por los encierros y acabarán igualmente con ellos. Y lo que es más grave, terminarán con una tradición ancestral que ha sido orgullo y alegría en muchos pueblos de la provincia y que hasta ahora le seguimos llamando ‘la fiesta de los toros’.
Los aficionados pensamos desde hace mucho tiempo que los verdaderos antitaurinos son, en primer lugar, los que componen el Estamento del toro, y en segundo lugar la Autoridad, por no querer acabar con los desmanes y prácticas delictivas que presenciamos con demasiada asiduidad.