Quijotes

05/11/2016 - 19:14 Antonio Yagüe

Bienvenidos a la Tierra del Quijote. Así rezan las catorce  gigantestas señales sobre fondo rojo chillón que el ejecutivo de Castilla-La Mancha está colocando a la entrada de las principales vías en las lindes con las comunidades vecinas.

Bienvenidos a la Tierra del Quijote. Así rezan las catorce  gigantestas señales sobre fondo rojo chillón que el ejecutivo de Castilla-La Mancha está colocando a la entrada de las principales vías en las lindes con las comunidades vecinas. Parece que el fervor quijotero, acrecentado con motivo del 400 aniversario de la muerte de Cervantes, culminará con la erección de 30 monolitos en otras tantas poblaciones que mantienen “vínculos relevantes” con el autor y su obra.
    Molina de Aragón figura entre las elegidas. Puede ser la guinda a los numerosos actos conmemorativos que se han celebrado aquí este año con la participación de destacados sabios, bajo la eficaz coordinación de su alcalde y vicepresidente de la Diputación, Jesús Herranz. Su coste es lo de menos si se logra hacer constar que las andanzas del ingenioso hidalgo están también enraizadas en nuestra comarca. O al menos su filosofía, sueños, entuertos o desatinos.
    Pero la verdad es que, a pesar del despliegue de las administraciones autonómica y provincial, resulta casi imposible encontrar lugares o parajes relacionados con la mejor novela de la historia. Ni ventas, bodegas, molinos como aquellos, cuevas como la de Montesinos, personajes... Ni siquiera se recuerdan ‘quijotes’ como mote en una tierra tan abundante en apodos.
    El personaje más aproximado, en los años sesenta, fue un pequeño ganadero de ovejas que transitaba por las calles molinesas disfrazado de ‘sheriff’, con estrella de latón en pecho y un revólver fabricado por el mismo con rasilla y yeso. Lógicamente hablaba como en el ‘far west’ y no se perdía película en el desaparecido cine Aguilar.
    La celebración, con otro monolito, también incluye a Sigüenza. Al menos la Ciudad del Doncel es la primera nombrada en el Quijote, no sin cierta chanza sobre la excelencia de su universidad, cuando Cervantes cuenta que el cura es hombre “docto y graduado en Sigüenza”. Seguro que Javier del Castillo y otro amigos seguntinos no percibirán la ironía cervantina y dirán que la observación es pura envidia. Puede. Por lo menos se cita la ciudad. Y en los tiempos que corren no importa la rechifla.
    Sugiero a los docentes que, a modo de broche de la efeméride cervantina, propongan como tema de redacción a los escolares ‘El Quijote en el Senorío de Molina de Aragón’. Igual suspenden todos.