Rescatados del olvido

09/03/2024 - 12:28 José Antonio Alonso/Etnólogo

Este libro, que acaba de ver la luz, recoge parte de nuestra memoria colectiva, aportada por los usuarios de la Red de Bibliobuses de Guadalajara. 

Las máscaras de carnaval son ya un recuerdo, aunque todavía resuenan los lejanos cencerros de los “vaquillones”, que llenaron nuestras calles en  “febrerillo el loco”. Se supone que “marzo ventoso y abril lluvioso” nos traerán “a mayo florido y hermoso”. La primavera es siempre tiempo de esperanza, aunque por más vueltas que le doy, en este tiempo de reflexión cuaresmal, no alcanzo a ver los “brotes verdes”, entre tanta guerra y tantos nubarrones en el horizonte. 

El tiempo no se detiene y llegará la Semana Santa y muchos jubilados volverán, volveremos, a la casa del pueblo  a replantar los semilleros, a encender la lumbre y a darle una vuelta a la memoria de los que estamos y de los que se fueron.

Hablando de memoria, hoy traemos a esta página un libro ameno, de fácil lectura para los que nos gusta remover el pasado de nuestras gentes. El título completo es: “GUADALAJARA. RESCATADOS DEL OLVIDO” y ha sido publicado por la RED DE BIBLIOBUSES DE LA PROVINCIA DE GUADALAJARA. Como es sabido, esta Red depende de la Junta de Comunidades de Castilla-La Mancha y cuenta  con la colaboración de la Diputación de Guadalajara. Básicamente se trata de un servicio, mediante el cual los guadalajareños  más alejados de los núcleos grandes de población, pueden acceder a ese bien necesario que son los libros. Esto se hace, en nuestra provincia, a través de tres bibliobuses que recorren distintas rutas de la zona de Molina y el Ducado, la Alcarria y la sierra Norte.

Portada del libro 'Guadalajara. Rescatados del olvido'

El caso es que estas rutas se han convertido, con el paso del tiempo, en un intercambio cultural. Los vecinos reciben los libros, pero, a la vez, transmiten a los profesionales de los autobuses sus experiencias, sus conocimientos, su patrimonio cultural, en resumidas cuentas. Y, fruto de ese intercambio, es la aparición de este libro que es ya el tercero de la serie, pues, anteriormente han visto la luz los titulados: Guadalajara: Agua y vida (2014) y  Guadalajara, tierra de miel (2017), cuyos contenidos giran en torno a la cultura inmaterial que generan el agua y la miel en nuestra provincia.

Pero, volviendo al libro que nos ocupa, por él desfilan una serie de personas de esa Guadalajara profunda y silenciosa que toma la voz y la palabra para “rescatar del olvido” sus vivencias, sus tradiciones, sus ritos y costumbres. En el libro intervienen narradores de Cañamares, Galve de Sorbe, Hiendelaencina, Majaelrayo, Riosalido, Hombrados, Setiles, Chiloeches, Driebes, Gárgoles de Abajo, Illana, Moranchel, Navalpotro, Ruguilla, Torresaviñán y Yélamos de Abajo. Son gente que, en general, ha alcanzado esa edad donde el recuerdo  tiene ya su importancia y su estructura. Y les gusta compartirlo, entre ellos, con los que llegan de fuera y con los lectores que abran las páginas que ahora tenemos entre los dedos.

Octavio Mínguez (Tavi). Narrador de la zona de Majaelrayo.

    Una de la virtudes del libro es que son los propios  protagonistas los que   hablan de su experiencia,  de la infancia difícil que tuvieron que pasar, de aquella guerra tremenda que les marcó la vida, en el caso de los más mayores; pero también  hablan de los juegos -de la “dola” y el “marro”-, de los maestros que les ayudaron a crecer en aquellas escuelas con estufa de leña y recreos de leche americana; hablan de sus familias, de sus nuevas ocupaciones en la ciudad, del tiempo del regreso. También tratan de sus ritos, de la entrada en las rondas y los bailes, de aquellas fiestas sencillas, con escasos medios, pero con toda la energía de la juventud y aquellas ganas de comerse el mundo. Y recuerdan también el tiempo del amor, los días de las bodas y las aventuras de recién casados para huir de las bromas que entonces eran habituales en nuestros pueblos. Y rememoran sus trabajos, desde temprana edad: la dureza de la cosecha de las olivas, la siega del cereal y el espliego, la vendimia, la organización vecinal para atender las tareas comunes, los días de matanza.

Sobre cultura tradicional, en nuestra tierra, se ha escrito mucho y bien. Hubo, y hay todavía, una necesidad de dejar fijado en el papel aquello que se fue, como si hubiera que recuperar de la vorágine del tiempo ciertos elementos que forman parte de nuestra identidad. Efectivamente hay aspectos muy interesantes de la tradición, de la historia que conviene documentar y ordenar para que las generaciones venideras puedan tener acceso a ellas y comprender el origen y la evolución de muchos aspectos de nuestra cultura. Sobre la base del conocimiento del patrimonio se puede construir mejor el futuro; pero, en mi opinión, la melancolía no siempre es buena consejera. Se precisan también estudios críticos que nos ayuden a avanzar, porque, si no, podemos quedarnos en lo anecdótico, en nuestra Arcadia feliz, aislados del mundo y desconectados del  flujo del  tiempo. 

Portada del libro 'Los desiertos de la cultura'.

Cuando leo ese precioso título del libro que comentamos –Rescatados del olvido- me viene al recuerdo otro libro, publicado por primera vez, ya en 1979, o sea hace más de cuarenta años. Me refiero a “LOS DESIERTOS DE LA CULTURA” del jurista y escritor molinés SANTIAGO ARAÚZ DE ROBLES, compañero de páginas de este periódico, un libro imprescindible para comprender los motivos del abandono de una parte de la tierra molinesa y, por tanto, también de otros “desiertos” similares, mediante un estudio lúcido y riguroso de las comunidades que trató. Hablamos de un libro conocidísimo que sigue aportando sus luces, cuarenta años después. Tal vez tengamos que volver a sus páginas para entender algunas claves del presente y hasta del futuro, ahora que tanto se habla de “decrecimiento” y de desarrollo sostenible.