Salir hacia la periferia

12/02/2017 - 12:58 Atilano Rodríguez

Pero, tendríamos que preguntarnos: ¿A quién se refiere el Santo Padre cuando habla de “periferias humanas”?

La Iglesia, por encargo de su Señor, ha de salir hasta los confines de la tierra para anunciar a todos los hombres la Buena Noticia de la salvación de Dios.  Esto quiere decir que los cristianos, para seguir los caminos trazados por Dios, hemos de superar el miedo a salir de nuestros esquemas mentales para llegar hasta donde Él quiera conducirnos.  
    El papa Francisco, teniendo en cuenta este mandato de Jesucristo a sus discípulos y contemplando la realidad del mundo, nos está recordando insistentemente a todos los bautizados que es necesario impulsar una pastoral misionera, en salida, para poder evangelizar no sólo a los que acuden a nuestras parroquias, sino a quienes viven en “las periferias humanas”.
    Pero, tendríamos que preguntarnos: ¿A quién se refiere el Santo Padre cuando habla de “periferias humanas”?  Para responder a esta pregunta, deberíamos acudir a las mismas enseñanzas del Papa. El día 8 de octubre de 2015, cuatro días antes de ser elegido Sucesor de Pedro, el cardenal Bergoglio entregaba al cardenal Ortega, arzobispo de la Habana, un texto manuscrito en el que dejaba patente su preocupación por la evangelización de los alejados.
    En dicho texto, el Santo Padre afirmaba: “La Iglesia está llamada a salir de sí misma e ir hacia las periferias, no sólo geográficas, sino también las periferias existenciales: las del misterio del pecado, las del dolor, las de la injusticia, las de la ignorancia y prescindencia religiosa, las del pensamiento, las de toda miseria”.
    Si tenemos en cuenta las indicaciones del papa Francisco, parece evidente que quienes se propongan una pastoral misionera, además de acoger con los brazos abiertos a las personas heridas por la vida y cansadas del camino, deberían estar también dispuestos a salir a las plazas y a los lugares en los que malviven los alejados para actuar con ellos como buenos samaritanos y como auténticos misioneros. Como Jesús, hemos de llamar a todos al seguimiento, aunque la respuesta pueda ser negativa.
    Ahora bien, esta pastoral misionera y en salida no podemos afrontarla individualmente o como llaneros solitarios. En todo momento hemos de asumir que el sujeto de la evangelización es siempre la Iglesia. Esto nos obliga a crecer en la comunión y a cuidarcon dedicación la formación de los niños, jóvenes y adultos de nuestras comunidades cristianas para favorecer la existencia de auténticas comunidades misioneras que puedan cuidar, acompañar y sostener a los más débiles con la alegría del Evangelio.
    Los cristianos, por el sacramento del bautismo, no sólo somos constituidos discípulos de Jesús, sino que recibimos también el encargo de ser misioneros. No somos primero discípulos y, después de un tiempo de discipulado, llegamos a ser misioneros. Al mismo tiempo que vamos conociendo y descubriendo el amor de Dios hacia nosotros, hemos de mostrarlo a los hermanos, especialmente a quienes viven en las periferias. Por eso el Papa nos dirá que los cristianos hemos de ser “discípulos misioneros”.
    María, que cuidó a su Hijo con infinito amor de Madre y que acompañó a los discípulos en el cenáculo, mientras esperaban la venida del Espíritu en Pentecostés, sigue cuidando hoy con afecto y dolor materno a tantos hijos malheridos y marginados. “Así como lloró con el corazón traspasado la muerte de Jesús, ahora se compadece del sufrimiento de los pobres crucificados y de las criaturas de este mundo arrasadas por el poder humano” (LS 241).