Salir o no salir
El que da la respuesta al dilema, de salir o no salir, es el que acierta o se equivoca y eso forma parte, también, del encanto de una Semana Santa.
Decisión complicada y arriesgada, pero que momentos antes de la salida de un desfile procesional hay, a veces, que tomar. Las previsiones, a las que ya se hace más caso que al aspecto del cielo o la experiencia, decían que en hora y media o dos llovería sobre la ciudad de Guadalajara con lo que supone para la imágenes. Por ejemplo, el Cristo Yacente fue restaurado hace unos tres años y sufragar la inversión supuso importantes esfuerzos. Los responsables de las cofradías y hermandades son los garantes de los pasos y del patrimonio de las mismas, pero su propiedad, al menos en un sentido moral, no entraríamos nunca en otras disquisiciones, es de todos los guadalajareños y mejor aplicar el dicho ‘más vale un por si acaso que mil quién iba a pensar’. Entendemos la decepción, frustración, rabia, pena, de quienes durante meses preparan con tesón e ilusión, ensayan, sueñan con la cita más relevante de su calendario y se ven obligados a dar el paso atrás. ¿A quién más que a ellos les gustaría cumplir lo programado? Hace mucho fuimos cofrades, algún año se decidió también no salir, pero en otras ocasiones, paseamos con el Nazareno tapado con plásticos, viento y lluvia. Recordamos una procesión, casi en la puerta del Palacio de la Cotilla, en la que tuvimos que frenar la marcha y resguardarnos como pudimos. Alguna vez caía hasta agua- nieve, pero se completaba el recorrido. Tal vez lo explique el hecho de estar peor informados o, probablemente, era por osadía. Sea como fuese lo cierto, y en Andalucía vemos escenas de auténtica desolación cuando hay suspensión, es que siempre dependemos de los factores climatológicos en estos días y como doctores tiene la Iglesia pensamos que tendrá que ser así. Sin embargo no podemos evitar preguntarnos si no hay forma de cubrir el paso de forma segura y rápida en caso de lluvia, si no sería posible contar con lugares habilitados durante el recorrido para ponerse a salvo con celeridad o si no podría fijarse un recorrido alternativo cerrado, a modo de un recinto, para que el público no se quedase con las caras de desencanto e incredulidad que vimos por unas calles ya llenas en espera de la salida de la procesión del Silencio de este Viernes Santo. Muchos manifestaron su enfado, más sabiendo que en otros lugares se hicieron trayectos abreviados para al menos desfilar y sobre todo al comprobar que no fue tan fiero el aguacero. El que da la respuesta al dilema, de salir o no salir, es el que acierta o se equivoca y eso forma parte, también, del encanto de una Semana Santa.