Sin estatutas

12/09/2016 - 21:24 Luis Monje Ciruelo

Durante días he estado pendiente e impaciente por saber qué iba a instalar en el Ayuntamiento en el desmonte que estaban llevando a cabo varios operarios en el parque de la Concordia.

 Durante varios días he estado pendiente e impaciente por saber qué iba a instalar el Ayuntamiento en el desmonte que estaban llevando a cabo varios operarios a la entrada del parque de la Concordia por la Carrera. Hicieron una pequeña explanación y así lo dejaron algún tiempo. Cada día, al regreso de mi habitual paseo matutino hasta San Roque, esperaba observar algún indicio de la decisión municipal. Pensé varias cosas, hasta que me dí una palmada en la frente creyendo que había acertado. No grité ¡Eureka! como Arquímedes, el famoso físico y matemático griego cuando descubrió, mientras estaba bañándose, su conocido principio que todos aprendimos y entendimos en el Bachillerato. Tanto entusiasmo le produjo al sabio griego su descubrimiento que, desnudo como estaba, salió a la calle corriendo y gritando ¡Eureka, eureka! escrito con k, igual que okupa, que quiere decir en griego ¡lo he descubierto, lo he descubierto! (¡eureka!, no okupa, pues okupa en castellano viene a ser sinónimo en el sentir popular de gamberro o “caradura”). Pero si sentí una gran satisfacción porque pensé  que el Ayuntamiento, quizá rectificando ese raro homenaje a Buero Vallejo de textos suyos en los escaparates, que a mí me dejó desconcertado el primero que leí, a lo mejor estaba preparando el basamento para la estatua que por sus méritos literarios merece y que su pueblo no le regatearía. Y quien dice Buero Vallejo dice también Camilo José Cela, nuestro premio Nóbel, hijo adoptivo de la capital y provincia por el regalo de su Viaje a la Alcarria que ha hecho universal a nuestra tierra con sus quince millones de libros vendidos en casi todos los idiomas. Y si Buero Vallejo nació aquí, Cela fue un alcarreño más,  primero viviendo en Caspueñas, invitado de García Marquina, luego en el Clavín, como vecino de Guadalajara, y después en una finca con una gran casa, junto a la carretera de Fontanar. Pero no ha sido un monumento a uno u otro lo que el Ayuntamiento preparaba en lo que creí el basamento para sus estatuas en el sitio más visible del parque, donde bien habrían cabido la de los dos, una junto a otra, sino que lo instalado es un meadero, como Cela hubiese dicho con su castellano impecable y exacto, sin reparos escatológicos, o dicho más finamente un urinario, con la puerta tan en la mismísima concurrida entrada de la Concordia que los paseantes a más de uno verán salir abrochándose la bragueta.