Sobre la designación de Guadalajara como Ciudad Europea del Deporte
El Equipo de Gobierno no ha puesto demasiado interés en contarnos cuáles son las ventajas.
El equipo de Gobierno ha puesto mucho empeño en la designación de Guadalajara como Ciudad Europea del Deporte, otorgada por la Federación ACES Europe; y en venderlo como algo excepcional.
Primero hay que definir en qué consiste el galardón y su alcance. Es un reconocimiento a varias decenas de ciudades europeas, pues en el 2017 lo recibieron 15 ciudades y en el 2016 otras 19 ciudades más. Y es un galardón diferente de Capital Europea del Deporte, que recibe una sola ciudad.
Este año, igual que Guadalajara han confirmado el galardón Santa Lucía de Tirajana, Antequera y Sant Cugat del Vallès. El año pasado lo obtuvo Mollet del Vallès. La lista de ciudades españolas se amplía desde 2008 con Melilla, Las Rozas, Gijón, Telde, Chiclana de la Frontera, Alhauirín de la Torre, Badalona, Alcobendas, Santander, Logroño, Córdoba, Getxo, Estepona, Castelldefels, Castellón, Bilbao, Puertollano, Salamanca, Marbella, Lleida y Boadilla del Monte, esta última localidad con pufo de la Gürtel incluido en el Parque del Deporte y la Salud.
No ha puesto demasiado interés en contarnos cuáles son las ventajas. Aún no nos queda claro si va más allá de poner un logo/sello y la publicidad de poder afirmar que Guadalajara es ‘Ciudad Europea del Deporte’. Se nos parece a la candidatura a Patrimonio de la Humanidad del Infantado, para luego no defender su integridad con la vivienda del Duque.
Apenas genera una obligación nueva: hacer una memoria anual, para contrastar que se corresponde con el proyecto presentado, que no es sino dar forma a lo que ya se hace en la ciudad. Esa memoria no debería ser una novedad (en el patronato de Cultura se entrega desde hace más de una década). También impone el respeto de los derechos de imagen y la reserva de espacios publicitarios a los patrocinadores de ACES Europe, el pago de una inscripción (1.800 euros) y las cortesías derivadas del premio, como alojar a los jurados y pagar sus viajes o viajar a Bruselas a una gala de entrega de premios.
Y también hemos podido leer información nueva, como que el Ayuntamiento gasta un 12% del presupuesto “en temas deportivos”. Lo que gastamos en “temas deportivos” no son entonces los 5 millones de euros que tiene de presupuesto el Patronato, sino en torno a 8 millones de euros (casi el triple de lo dedicado a Cultura).
Ahora, debemos preguntarnos: ¿Es Guadalajara una ciudad del Deporte? ¿De qué deporte? ¿Con qué prioridades? ¿Necesita un sello para serlo?
Hay, en el afán por los sellos, un cierto complejo, por el que terceros nos tienen que decir lo que hacemos bien y mal. Terceros que, además, no viven en la ciudad ni saben si se transversalizan las políticas de infancia, personas mayores, o deportes; terceros que van donde se les lleva y que no siguen comprobando con los vecinos y vecinas si Guadalajara es merecedora de la ‘escoba de oro’ o si hay pistas deportivas con necesidad de mantenimiento (con, por ejemplo, canastas sin aro ni red que permanecen así durante semanas).
Cuando hemos preguntado por qué no hay Piscinas Municipales abiertas en septiembre se nos habla de otra piscina a la que no se accede con los abonos y precios del Patronato de Deportes y que no aparece en la publicidad del Ayuntamiento de las Piscinas Municipales. Deporte privatizado fuera del abono del Patronato.
Cuando preguntamos por la exclusividad de una selección de élite en las pistas de la Fuente de la Niña se nos contesta que “las pistas de atletismo son para alta competición y luego todo lo demás”. Deporte de élite en contradicción con el popular. Cuando los atletas populares se han quejado de que se les arrincona con el fútbol, se habla de la demanda y de la creación de una “unidad de gestión” en la Fuente de la Niña –con un parque ahora vallado y una “ciudad del fútbol” con las obras paradas–.
Cuando hemos cuestionado que las subvenciones directas a clubes de élite eran para dos equipos masculinos, mientras un equipo femenino tuvo que renunciar a la Superliga –la primera división en voley, el mayor hito provincial de un conjunto femenino– por falta de fondos se nos dijo que no tenía que ver.
Cuando pedimos el convenio de uso del campo de fútbol municipal Pedro Escartín para el Club Deportivo Guadalajara (Sociedad Anónima Deportiva) y el convenio que regulaba la subvención del Ayuntamiento se nos contestó con el de las escuelas deportivas, jugando al despiste.
Cuando hemos preguntado por las condiciones en que se celebran los eventos y la precariedad de la juventud, pagándoles a menos de 3 euros la hora, nos contestan que el evento en cuestión no lo organiza el Ayuntamiento, sino que lo paga a un club que es el que lo organiza.
Para que una ciudad sea del deporte –o de la cultura– hace falta programación estable, identificable, que genere referentes a los que imitar. Es mejor para la práctica del deporte un equipo de fútbol-sala local que compita cada dos semanas que un campeonato internacional una vez al año.
Y en nuestra opinión, aunque sabemos que el mantenimiento es más caro, es mejor una red de instalaciones deportivas en los barrios que la concentración a la que se está tendiendo.