Sota, caballo y rey

10/09/2017 - 09:49 Javier Sanz

Viene septiembre sin concesiones, según proclaman los mítines de cinco sillas, sombra, albariño y percebes.

Como si no hubiera habido descanso cayó septiembre desde un alero viejo, tejazo para todo el que pasaba por debajo en ese momento, o sea, todos a la hora exacta, las siete a.m. del día 1. La gente se miraba de coche a coche en el atasco, de asiento a asiento en el metro, pues se había parado el tiempo y se escuchaban las mismas noticias que a finales de julio: Cataluña y poco más pues en lo otro son nombrecillos de quiero y no puedo, la Pantoja e Isco, cuando en tiempos se habló de Lady Di y de Cruyff, por ejemplo. En este secarral del norte de África que es España se mueren los pájaros, no de sed sino por desgana, hacen nidos en el sombrero de los espantapájaros porque nada les inquieta. La Moncloa emite en blanco y negro en todas las cadenas, que son la misma bajo el mismo plan de reflote de Soraya, y de los periódicos se salva el cruci. Hasta las esquelas son las de antes, pero ¿cuántas veces se ha muerto este hombre este verano, Dios mío?
    No hay otro debate que el que emana del parlamento catalán en fumata blanca, un parlament transmutado en la quintaesencia de Caspaluña, donde casi todos dicen lo mismo con los mismos matices, lo pegan en las esquinas y vienen a mearse los perros como rúbrica de tan poca sesera. Tienen nuestros políticos un único currículo de cuarenta años en la cosa y cuando pintan bastos los ven oros, como sus nóminas, y remiten a los tribunales para que gobiernen los jueces por ellos pues el 155 les quema en los dedos, aunque la Constitución sea su Corán. Viene septiembre sin concesiones, según proclaman en los mítines de cinco sillas, sombra, albariño y percebes, pero la mecha del 1 del siguiente ya tira y si se apaga échese la mano al bolsillo de la americana pues le han birlado la cartera.
    Lleva Cataluña año y pico de sota, cavall i rei. En la comparsa de su fiesta de moros y cristianos se han metido bajo las faldas de estos tres gigantes los incombustibles herederos de Pujol, a los que los cabezudos de la CUP les van abriendo paso, para hacerles saltar el Ebro a pelo si hiciera falta. Desde los balcones les tiran confeti y lanzan serpentinas azules, rojas y amarillas. En este cansino recorrido, las charangas no tocan otra que el aburrido pasacalles del maestro Rajoy: “¡A la bin, a la ban, a la bin-bon-ban, la ley, la ley, y nada más!” Poca letra parece para tanta algarabía, para tantas ganas de verbena. Al tiempo.