Sueños de una noche de verano

08/07/2016 - 18:43 Jesús Fernández

La noche sirve para dormir y para soñar, pero también para despertar.

La noche sirve para dormir y soñar pero también para  despertar. En esta noche, unos cuantos  ciudadanos  han soñado y todos se han despertados con la realidad cambiada, distinta a la imaginada. Las promesas alimentan los sueños, el despertar nos reconcilia y nos devuelve  a  la realidad. Analicemos sueños y despertares. Algunos soñaban con la implantación del marxismo y la dictadura del proletariado moderno. Soñaban con el poder que lo controla todo. Con ministerios, con  despachos y sillones, con alfombras, con saludos y aclamaciones, con obedientes servidores. Soñaban  con todo el  poder del Estado para controlar y monitorizar a las instituciones al servicio de sus  ambiciones.   
    Nos habíamos casi acostumbrados a una democracia  mecánica y nos encontramos con un pueblo que piensa y sabe discernir. Nos habíamos acostumbrado a un behaviorismo social donde la conducta del pueblo obedecía al esquema de estímulo más respuesta y creíamos que, con  determinados estímulos,  conseguiríamos las respuestas que necesitábamos previamente determinadas. Lo reducíamos todo a acción- reacción. El pueblo reaccionaba  pero no actuaba. Recibe demasiadas descargas de uno y otro signo. El pueblo no termina indignado sino engañado, decepcionado y agraviado. Deberíamos vivir en una  democracia más racional, reflexiva y ponderativa.
    Otros soñaban que triunfaría el respeto a la Constitución, pero nos hemos despertado con el desprecio a la unidad de un pueblo por parte de grupos extremos, totalitarios, radicales  y populistas. No hay nada más popular que vivir protegidos y amparados todos por dicha Constitución. La unidad parece  un sueño y al despertar nos encontramos con la triste realidad de una sociedad dividida, enfrentada, luchando unos contra otros. A nadie de los dirigentes le interesa el bien y los problemas de la comunidad sino sólo sus intereses personales o de grupo, con ansias de poder y someter  a los demás al ritmo de sus caprichos y originalidades. También hemos despertado de este sueño de un constitucionalismo más fuerte y vigoroso.   
    Pero hay otros despertares más amargos. Se ha despertado en la población muchos sentimientos de odio, de rencor y de revancha por parte de las formaciones políticas que no dudan en utilizar a los ciudadanos. Soñar no es malo pero puede ser un error. La utopía es cultivada por otros a quien también interesa dormir al pueblo. En definitiva, se trata de conjugar la paradoja del sueño y del despertar de un pueblo que lucha para que no se duerma la democracia. Quien se duerme en la democracia se puede despertar en el totalitarismo.