Tiempo de comilonas

13/08/2015 - 23:00 Antonio Yagüe

Decía Cicerón que el placer de los banquetes debe medirse no por la abundancia de los manjares, sino por la reunión de los amigos y su conversación. Pero aún observando el consejo del clásico en estos días de verano a uno se le va la mano al vaso, al chorizo, a las pancetas y otras grasas. La consecuencia, como dicen los modernos, es un aumento de peso de unos 3 ó 4 kilos de media, calcula la Sociedad Española de Nutrición. Los expertos consideran que es de cajón durante las vacaciones olvidar la rutina, relajarse y flexiblilizar los hábitos de comida. Pero le quitan importancia, siempre que una vez acabada la época estival los excesos se acaben de la misma forma. Y que no se llegue al atracón, sobre todo por la noche. De buenas cenas están las sepulturas llenas, venían a decir nuestras abuelas siempre sabias. Las fiestas siempre han sido una buena excusa para gente con buen saque, como los curas parroquiales de antes con fama de comer mucho y bien. Cuentan en mi pueblo que el día de San Isidro, el patrón, la casera aderezaba a los oficiantes de la zona una comida, que - salvo el lacón y los grelos que no se trabaja por estos pagos-, poco tendría que envidiar al “cocido de cura” que describe el gran escritor y gastrónomo gallego Álvaro Cunqueiro. Un exagerado asegura que un año uno de los comensales pasó antes y después por la báscula. El resultado, seis kilos. Calculaba que uno y medio correspondían a agua de la fuente y vino de Godojos, otro entre pan y sopa, otro de melón de postre y el resto a la madre del guiso: garbanzos, patatas, chorizo, gallina, costilla de cerdo, rabo, morro, orejil… Parece una cuestión más cerebral que bucal, o tendremos gordos hasta en la sopa. Los desarreglos alimentarios, con los desajustes de grasas y calorías, suponen un riesgo grave para la salud. ¿Por qué no copiamos a los animales? Ellos carecen de espejos y ropas que les avisen de que están engordando. Y hay muchos que tienen abundante comida disponible todo el año. Pero los únicos que llegan a la obesidad crónica, por los excesos, son los humanos. Grande Covián, un sabio en asuntos de nutrición, decía que somos lo que comemos. Seamos, también, prudentes.