Un amor que se da sin esperar

22/02/2013 - 00:00 Conchita del Moral

  
  
   Comienzo ésta carta con unas palabras de D. Juan Moya, Dr. en Derecho Canónico “(...) la institución familiar es y será siempre imprescindible para la salud moral de la sociedad e incluso para el desarrollo económico y su misma existencia”. Gracias a la familia puede haber sociedad, sin ella la sociedad se viene abajo, es la columna vertebral. Los gobernantes tienen el grave deber de apoyar el matrimonio y la familia y no legislar leyes que ofendan al matrimonio. Hay dos tipos de relaciones sociales que en el orden natural superan a las demás, la sociedad conyugal y la sociedad civil. Si no hay sociedad conyugal no hay civil, pues antes que ciudadano se es miembro de una familia. La familia es la tradición más antigua de la humanidad. La familia formada por el matrimonio hombre y mujer, luego del amor conyugal vienen los hijos y ahí en la familia se forman los hijos según su ideología, no la del Estado, pues no es ése su cometido.
 
  Dice nuestra Constitución de 1978 artículo 27.3: “Los poderes públicos garantizan el derecho que asiste a los padres para que sus hijos reciban la formación religiosa y moral que esté de acuerdo con sus propias convicciones”. Cito algunos derechos de la familia: Derecho de respetar y proteger la vida humana, derecho y deber de educar a los hijos, derecho a la libertad religiosa, derecho a una vivienda decente, etc. etc. La familia es el depósito de los valores que quedan grabados en el espíritu de sus miembros mediante la educación.
 
  En palabras de Juan Pablo II: “La familia es el núcleo básico de la comunión de personas, donde cada uno es recibido, tratado como persona, por eso sirve de punto de referencia para las demás sociedades”. El amor que hay dentro de la familia, es un amor que dá sin esperar, una atención desinteresada. La familia es un proyecto común en el que todos tienen derechos y deberes, por eso forjar un hogar requiere esfuerzo y dedicación, pero qué a gusto se llega a casa después del trabajo, ahí se reponen fuerzas porque uno se siente querido. No entiendo porqué se quiere equiparar el matrimonio a otras uniones distintas y por tanto incompatibles con el mismo ya que sus características son esencialmente distintas.