Una guerra del siglo XXI
En los mismos días en que se pretende dar formalidad a la violenta anexión fingiendo un referéndum, Ucrania recupera más de 8.000 kilómetros cuadrados, una extensión equivalente a más de media provincia de Guadalajara.
Sorprende la velocidad a la que Rusia se está viendo obligada a abandonar territorios conquistados hace unos meses, tras la invasión de febrero. En los mismos días en que se pretende dar formalidad a la violenta anexión fingiendo un referéndum, Ucrania recupera más de 8.000 kilómetros cuadrados, una extensión equivalente a más de media provincia de Guadalajara. Palmo a palmo, un ejército ruso en desbandada pone en evidencia a Putin y muestra sus enormes carencias. Frente a su imagen de gran potencia militar, los vídeos de soldados rindiendo sus tanques intactos, de movilizados borrachos como cubas o de armamentos más propios de los tiempos de la guerra fría que del siglo XXI dan la medida de una gran farsa, de un engaño mayúsculo mantenido durante décadas en el que todos habíamos caído. No retroceden, dicen con retranca los propios rusos: dan media vuelta y siguen avanzando.
Llaman la atención no sólo el atraso tecnológico, la pobreza de sus diseños y la ineficacia de su material, sino sobre todo su actual concepto de la guerra, de la doctrina militar aplicada, más propia de la II Guerra Mundial que del conflicto bélico que ellos mismos han iniciado. Hoy en día, cuando el desarrollo de la tecnología es tan abrumador, donde lo importante es la información suministrada por los satélites, la geolocalización, la proliferación de sensores o la utilización de drones, es sencillamente increíble el extravío del alto mando ruso, de su estado mayor y de su ministerio de Defensa, quien se debe pensar que está tomando Berlín en 1945. No tiene sentido enviar divisiones con despliegue de infantería apoyada por la aviación y limpieza del territorio a través del empleo masivo de la artillería. Eso tuvo su momento, pero hoy priman las tecnologías de la información y los nuevos sistemas de mando. Hoy no tiene sentido dotar a un carro de combate de decenas de sistemas de información, control y mando cuando puede ser destruido por un misil directamente dirigido a su torreta.
Ucrania, con el apoyo firme de la tecnología de los Estados Unidos y otros países aliados de la OTAN, ha sabido entender el momento, ha leído bien lo que Rusia no ha visto venir. Las tropas rusas huyen en desbandada porque ni siquiera su número está ajustado a las dimensiones del frente de guerra abierto. La ficción de ser una gran potencia militar ha quedado en entredicho. Sólo salvan su reputación, cada vez menor, por el hecho de seguir siendo una potencia nuclear. Queda saber si la amenaza que supone el botón nuclear es otro farol, si es real o una fanfarronada de Putin que pudiera quedar en evidencia en poco tiempo. Aunque mejor, sin duda, no saberlo.