Una larga lucha por el Medio Ambiente
Podría ser un cuento de esos que tiene moraleja, de esos en los que la gente buena que quiere cosas buenas termina tomando decisiones equivocadas..
Podría ser un cuento de esos que tienen moraleja, de esos en los que gente buena que quiere cosas buenas termina tomando decisiones equivocadas, probablemente por desesperación. ¿Cómo culpar a nadie de querer salvar su pueblo? Eso fue lo que pasó en un principio con el fracking, ese alias con el que se conoce a la fractura hidráulica. Cuando llegó convertido en promesa de dinero y desarrollo, algunos quisieron creer que era una nueva forma de ganar dinero para el medio rural, como los molinos de viento, que habrá a quien le parezcan feos, pero allí donde están nadie los cambiaría por nada. El problema con el fracking, sin embargo, era otro, una sombra que se alargaba sobre la salud del medio ambiente, las personas y en última estancia sobre el corazón de nuestros pueblos porque, ¿qué sería de nuestros pueblos si nos los matan desde el subsuelo mientras buscan vaya usted a saber qué combustible? Hubo un tiempo en el que la gente se preguntó qué era el fracking y quiso desear que fuera bueno. En aquel tiempo también hubo algunos que se pusieron manos a la obra, convencidos de que sólo representaba dinero manchado de algo muy muy peligroso. Y entonces arrancó una lucha por descubrir si lo que parecía malo eran realmente tan terrible. Desde entonces han pasado tres años y un gobierno, el de la Junta, ha cambiado de color político. La Plataforma contra el Fracking ha logrado convencer con sus argumentos a la mayoría de patidos políticos. De hecho, la administración regional de Emiliano García-Page se ha puesto manos a la obra para tratar de blindar Castilla-La Mancha contra esta práctica. Han convencido y, en lo que a nuestra comunidad autónoma respecta, casi se puede decir que han vencido. Ayer, la plataforma contra el fracking y sus aliados tomaron aliento, porque saben que el cuento no ha terminado y que ahora hay que terminar de convencer a todo un país. Claro que hay que salvar nuestros pueblos. Nadie lo sabe mejor que los que viven allí, pero también han sido ellos mismos los que han dicho que no les vale cualquier dinero y menos el que les quiere comprar el alma.