Unamuno y mientras dure la guerra

12/10/2019 - 19:02 Manuel Ángel Puga

A Unamuno esta película lo ha traído a la actualidad, aunque la verdad sea dicha Unamuno no necesita que le traigan a la actualidad, ya que él siempre es actualidad.

Del día 20 al 28 del pasado mes de septiembre tuvo lugar el Festival de Cine de San Sebastián, un acontecimiento mundial que todos los años se celebra en la ciudad vasca. Se presentaron numerosas películas, pero una de las que despertó mayor expectación fue la titulada “Mientras dure la guerra”. El director de la película, Alejandro Amenábar, trae a la actualidad los últimos días en la vida de Miguel de Unamuno, días que coincidieron con el comienzo de nuestra Guerra Civil (1936-1939).

Según declaraciones del propio Amenábar, él no ha pretendido hacer una película revanchista ni victimista, que permitiera decir que en la Guerra Civil “unos eran muy buenos y otros, muy malos”. Me parece acertado este criterio, porque demonizar a unos y santificar a otros no es el mejor camino para esa reconciliación que la mayoría de los españoles está deseando. Al contrario, el camino de la reconciliación debe pasar por el perdón y por el olvido de una de las páginas más crueles y sanguinarias de nuestra Historia reciente… En cualquier caso, no es mi intención hablar aquí de la Guerra Civil (ya hay otros muy interesados en hacerlo, aunque sólo sea para manipularla), ni tampoco es mi intención hablar de la película “Mientras dure la guerra” (entre otras cosas, porque no la he visto). 

Sin embargo, de quien sí hablaré será de don Miguel de Unamuno, porque esta película lo ha traído a la actualidad, aunque la verdad sea dicha Unamuno no necesita que lo traigan a la actualidad, ya que él siempre es actualidad. Y también hablaré de Unamuno porque desde mis años como estudiante universitario (de esto ya ha llovido) no he perdido contacto con sus obras. Conozco bastante bien su vida y su obra, particularmente su “Diario íntimo”, libro en el que don Miguel desnuda su alma y nos permite llegar a lo más profundo de su ser. Nadie puede decir que conoce a Unamuno, si no ha leído y si no ha reflexionado sobre su “Diario íntimo”, obra que fue publicada por los herederos después de fallecido su autor. Leyendo su “Diario” se puede saber lo que de verdad pensaba y sentía don Miguel. He aquí un pequeño botón de muestra: “Yo por mí soy nada – dice –, verdadera nada; cuanto hay en mí de ser es divino, de Dios cuanto de ser tengo. Y abandonado de Dios sentiré mi propia nada, y esta eterna visión de mi nada sería eterno tormento, muerte eterna”… ¡Pensar que hubo quienes tildaron de ateo a Unamuno! ¡Cuánta ignorancia o, quizás, cuánta miseria humana! Don Miguel necesitaba a Dios más que el aire que respiraba, tenía verdadera hambre de Dios, aunque adoptase muchas veces la postura propia del rebelde a ultranza, que todo lo somete al poderío de su razón. Esta fue su lucha interna, su “agonía”.

A Unamuno le tocó vivir aquellos convulsos años de la II República, en la que él tomó parte activa, pero cuando vio los desmanes y los crímenes que se cometían, los criticó duramente y se apartó. Tanto fue así que decidió apoyar al ejército que se había sublevado el día 18 de julio de 1936. En su “Manifiesto” escribe: “Tan pronto como se produjo el Movimiento salvador que acaudilla el general Franco, me he unido a él diciendo que lo que hay que salvar en España es la civilización occidental cristiana y con ella la independencia nacional”.

Pero iniciada la guerra ve desmanes y crímenes semejantes a los que había visto en la República. Don Miguel, alma sensible donde las hubiera, se siente horrorizado y escribe: “España está espantada de sí misma. Y si no se contiene a tiempo, llegará al borde del suicidio moral… Triste cosa sería que el bárbaro, anticivil e inhumano régimen bolchevístico se quisiera sustituir con un bárbaro, anticivil e inhumano régimen de servidumbre totalitaria. Ni lo uno ni lo otro, que en el fondo son lo mismo”. Sabias palabras que hoy, como ayer, bien merecen una seria reflexión para no caer en los mismos errores.     

El día 31 de diciembre de 1936 la muerte, a la que Unamuno tanto había temido a lo largo de su vida, acudió generosa y compasiva para liberarle de aquel horrible, cruel y sangriento espectáculo que España estaba ofreciendo al mundo. Fue un horrible espectáculo, porque durante la guerra el odio lo había envenenado todo y porque los de un bando mataban a los del otro bando, sin piedad alguna y sin que hubiera ningún tipo de juicio… Un espectáculo, en fin, que lo único que se merece es ser olvidado por todos y para siempre. Olvido y perdón es el único camino para lograr una definitiva reconciliación.