Vida de perros

31/08/2018 - 12:46 Emilio Fernández Galiano

Nunca pensé que la gente elegante que se viste de marca se humillaría con su bolsita a recoger la mierda que le deja otro mamífero.

Pues les aseguro que veo a muchos perros que viven bastante mejor que algunos curas, lo digo porque algunas sentencias han podido quedar ya obsoletas: vida de perros, vivir como un cura. 

Nos encontramos ante un inopinado crecimiento del censo canino entre las familias, especialmente las jóvenes. Algo ya he escrito sobre el asunto en este rincón de papel. A los matrimonios recién estrenados con los que tengo confianza, les digo, ante la avalancha perruna, que más niños y menos perros, o al menos a la par, que a ver quién les va a pagar a ellos las pensiones. Y es que frente a los que piensan algunos, no tengo en nada en contra de los canes, pero sí reconozco que le pongo matices a algunos de sus dueños. 

Nunca pensé que gente elegante que se viste de marca de los pies a la cabeza, se humillaría con su bolsita a recoger la mierda que le deja su otro mamífero de compañía. Reconozco que, efectivamente, veo a mucha gente consolada por su perro. Ahora la soledad se trata con perros, como le  diría Pío Coronado al de Albrit: “A mí me va a hablar usted de soledad, señor conde, si voy por el tercer perro enterrado” (El Abuelo, de Pérez Galdós). Gran visionario, el literato, que predijo el furor que ese tipo de compañías provocaría en generaciones posteriores.

De verdad les digo que he visto duros corazones ablandados por la mirada de un can. Espíritus miserables trocados en generosidad, almas cicateras en cariños desaforados o egoísmos ausentes en servilismos incondicionales. Siempre con sus perros, claro. 

El perro ha sido perro desde que la naturaleza lo definió, el chucho no tiene culpa de nada. He oído imbecilidades al respecto intentando comparar comportamientos caninos con los del ser humano. El mejor amigo del hombre, compañero del alma, cosas de lealtades, etc. Tengo que reconocer que el perro ni reivindica ni exige seguridad social. Y si lo dejas encerrado en el coche al sol, cuando lo rescatas, encima te lame. Tal vez ya no se encuentran personas así y por eso recurrimos al perro. 

El movimiento animalista por el que en ocasiones se invierten los términos respecto al ser humano y el mundo animal, está muy bien como esnobismo, pero está atontando algunas mentes que incluso hablan de reconocer derechos a los animales. Como si estos pudieran ejercerlos volitivamente. Tal vez si la soledad también se combatiera leyendo a Aristóteles,  tendríamos claro que una cosa es la moral respecto a los animales no inteligentes y otra su pretendida inteligencia que les permita incluso tener derechos. Me pregunto en este caso porqué ningún perro ha escrito al respecto.