Violencia de género

10/12/2016 - 19:51 Ciriaco Morón

Cuando escribo estas líneas van ya cuarenta mujeres asesinadas por sus maridos o parejas durante el año 2016.

Cuando escribo estas líneas van cuarenta mujeres asesinadas por sus maridos o parejas durante el año 2016. Ante cada caso los pueblos manifiestan su condena, mientras los gobiernos afinan los recursos dados a las potenciales víctimas para prevenir el crimen y precisan las leyes que debieran impedir a los criminales llevar a cabo su locura. El problema está en que ninguna ley tiene fuerza definitiva dentro de las cuatro paredes del piso. Por eso, las leyes son ineficaces sin el pedestal de la educación. La fórmula sencilla, pero válida aunque parezca simplista, es esta: cada uno de nosotros debe tomar una postura tajante: no absoluto a la violencia en ninguna circunstancia. En las situaciones más variadas debe haber una barrera infranqueable: cualquier solución menos la violencia. Ahora bien, esta palabra es muy ambigua; hemos comenzado por el asesinato, pero antes están otras actitudes violentas: el maltrato, el insulto humillante (“estás tonta”, o peor: “eres tonta”), la imposición del poder del hombre, o sea, el machismo. ¿Pero queda todavía machismo? La mujer se diferencia del varón en su papel de madre y en todo cuando la maternidad implica; pero en cuanto persona humana es igual al varón, y mujeres concretas son más inteligentes, sensibles y competentes en su profesión que muchos varones. La diferencia de género no disminuye la igualdad como personas. Por eso las actitudes machistas son tan anticuadas e irracionales. En este mundo, al encontrarme con otra persona debo respetarla como alguien distinto de mí, pero es enfermizo que al encontrarme con otro ser humano pretenda compararme con él como superior o inferior. El mundo es rico y atractivo porque en él hay hombre y mujer, blancos, negros, asiáticos y… maoris. En España apenas se veían personas de color hasta que en 1953 comenzaron a venir norteamericanos a la base de Torrejón. Desde entonces fuimos descubriendo por experiencia lo que ya nos dijo la negrita del Cantar de los cantares: “Soy negra pero hermosa”- ¡Y vaya si lo son: hermosas e inteligentes: magníficas artistas, escritoras, cultivadoras de ciencia! Sería inútil entrar en los desvíos psicológicos que se reflejan en el machismo; pero todos los motivos para esa actitud son falsos y morbosos.
    Claro que junto a la condena de lo negativo son preferibles las propuestas positivas. No a la violencia, pero esa postura se funda en que celebramos nuestra vida, regalo de Dios, y la de cada uno de nuestros prójimos. Sobre todo debemos celebrar la vida de los seres queridos. Por tanto, si en el trabajo me humilla un jefe vanidoso y envidioso, yo no voy a desfogar en mi casa con la esposa e hijos, que están y estarán siempre a mi lado. Al decir que la vida es regalo de Dios he cumplido con mi obligación de dar testimonio de mi fe católica. Pero el testimonio debe ser humilde y contrario a todo alarde de guerrillero; creyentes y no creyentes coincidimos en obedecer a la razón. Las expresiones “tienes razón”, “llevas razón” significan que te mueves en el ámbito de la verdad. Pues bien, no hace falta ser creyente para cumplir con el imperativo que formuló el filósofo Kant (1724-1824): “Pórtate con los demás como quieres que ellos se porten contigo”. Como Kant fue solterón, yo me he permitido corregirle y suelo formular su imperativo con estas palabras: Pórtate con los otros como quieres que ellos se porten con tus hijos. La cita del filósofo clásico venía para sugerir que junto a la fe, la simple razón nos impone respeto, serenidad y determinación de evitar la violencia a toda costa.