¡Violencia, jamás!

03/12/2018 - 11:30 José Serrano Belinchón

Tan acostumbrados estamos a ese tipo de noticias, que han llegado a ser parte de nuestro vivir diario.

En una de las primeras páginas de la Biblia se da cuenta de la primera muerte violenta de la que se tiene noticia en la Historia de la Humanidad. A partir de entonces, hasta hoy, casos semejantes se vienen registrando cada día y a cada hora en cualquier lugar del planeta en el que el Creador quiso situar a la especie humana, al menos a la especie humana que conocemos, y de la que tú y yo somos parte.
Hemos progresado mucho, muchísimo, desde la creación del hombre. De aquellos ropajes, que con piel de animales nos los pintan, a los que usamos hoy, hay un abismo; los medios de vida, las comunicaciones…; necesitamos recurrir a la imaginación para situarnos. Todo es diferente, nada es parecido ni lejanamente aproximado, entre nuestro vivir y el día a día y el de aquellos que conocemos como nuestros primeros padres, de cuya existencia nos separa un enorme montón de miles de años. Todo es distinto, menos la condición humana en tantos de sus comportamientos; pues seguimos siendo víctimas de los mayores defectos heredados: la envidia, la incomprensión, el odio en definitiva, de lo que a diario nos vienen dando cuenta los medios de información un día sí y otro también.
Tan acostumbrados estamos a ese tipo de noticias, que han llegado a ser parte de nuestro vivir diario. Pues sin salir de nuestro entorno, el crimen, del que casi siempre suele ser la mujer la víctima, aparece en el ancho panorama de nuestro vivir, como elemento no deseado que a diario golpea en el corazón del hombre, dando lugar a una oscura nube de indignación por la que nada podemos hacer para evitarlo.
La civilización en nuestro siglo se manifiesta, mal que nos pese, de manera impropia a como se debiera manifestar. El orgullo natural en la condición del hombre, suele manifestarse a menudo en hechos execrables, que nunca le favorecen ni le ayudan a ser feliz; y ahí tenemos ejemplos a diario que a veces nos hacen renegar de nuestra condición y que tan poco podemos hacer por evitarlo. El egoísmo personal está demasiado extendido en nuestros ambientes, en cualquiera de los niveles sociales, con una solución difícil de la que estoy convencido de que la debe de haber; pero que requiere un remedio sublime, el darle la vuelta al mundo como a un calcetín, algo a lo que no todos estamos dispuestos, y mucho menos a escala universal. Es lo que somos y lo quisiéramos ser; los hechos lo demuestran.