Volaron las grullas

30/12/2017 - 17:17 Antonio Yagüe

Qué ha ocurrido? Que las grullas han venido y se han ido porque no tienen el agua que necesitan para beber y para dormitorio.

En una visita de adolescente a la vecina Gallocanta (Zaragoza/Teruel) en los sesenta,  las grullas, hoy icono de la zona, eran consideradas por algunos como enemigas. Se intentaba espantarlas de la laguna y terrenos próximos con hogueras y humos asfixiantes e incluso a tiro limpio. Hasta un procurador en Cortes (entonces sí, de Franco) oriundo de la zona, luchaba por traer una especie de plan de desarrollo, tan en boga entonces, para desecar los humedales y convertirlos en los mejores patatares de Europa. De paso, los animales dejarían de arrasar sembrados y esquilmar de bellotas las encinas.
    Hoy los agricultores reciben compensaciones económicas. Pero aquella barbarie, por resumirlo con una palabra, me ha asaltado estos días como una pesadilla. La sequía ha convertido el mayor humedal salino de Europa en un simple charco. El resto de la inmensa llanura es una costra por la que saltan unas cuantas aves. No llegan a mil, ni han pasado esta temporada de 3.000, según los censos oficiales. Otros  inviernos se han contabilizado hasta 40.000.
    ¿Qué ha ocurrido? Que las grullas han venido y se han ido porque no tienen el agua que necesitan para beber y para dormitorio. Dentro de ella se sienten seguras , ya que si viene un depredador oyen el chapoteo y levantan el vuelo. Cuentan que sequías ha habido muchas, pero en verano, no en estas fechas. La situación les ha obligado a cambiar sus paradas y elegir otros humedades en Navarra o Extremadura como “estaciones de servicio”. Van camino de las tierras cálidas de África para sortear los rigores del frío de la Siberia de verdad. Y aquellas que se acercan, siguiendo sus rutas ancestrales, apenas paran un día.
    El paso de sus bandadas por la comarca molinesa también ha sido menor. Son siempre un espectáculo con su característica formación en V, el pico hacia el viento, y sus sonoros trompeteos y gritos. Y tan bello y sobrecogedor como su llegada en oleadas a la laguna, caída la tarde, con el sol ya tendido y las laderas en sombra. Una pena para la zona, donde el turismo ornitológico, imposible sin las grullas, era una importante fuente de desarrollo al alza. Ojalá la situación sea algo puntual. Y también su pasada de largo.