Votación y elección

15/06/2017 - 10:19 Jesús Fernández

¿Dónde está la diferencia entre votar y elegir?

En el proceso democrático, analógico y convencional, existen unos momentos puntuales y una conexión sináptica que nadie quiere explicar. Democracia es poder del pueblo que es el origen  de todo poder en el mundo. El pueblo vota pero no elige. ¿Dónde está la diferencia entre votar y elegir? En las mediaciones del poder que llamamos delegaciones, representaciones que son como apropiaciones. El hombre es inmoral  por naturaleza y está corrompido por los intereses. No vota el hombre químicamente puro, abstracto o ideal sino el hombre histórico, nominal, concreto e interesado. Este hombre. Recalcamos mucho la corrupción en acto, la de los hombres que nos gobiernan. Pero ¿qué decir de la corrupción que les ha llevado a las puertas del poder como candidatos? ¿En quién se han apoyado, o mejor, quién les ha aupado o elegido? ¿Quién les ha presentado o financiado su campaña? Los empresarios, los sindicatos, los obreros, las iglesias, los medios de comunicación, los sectores poderosos y dominantes. Todo poder nace de otro poder previo que se engendra y se reproduce a sí mismo. El poder es único, por eso se ramifica y se extiende entre los sectores sociales. Hay corrupción antes que la corrupción.
    Los así elegidos, actuarán y gobernarán de acuerdo con los intereses de aquellos que les han apoyado o “les han puesto ahí”. Olvidémonos de los grandes ideales democráticos del bien común y demás objetivos grandilocuentes. Todos los políticos están condicionados por sus campañas electorales como expresión y círculo más próximo a sus intereses y de los apoyos financieros recibidos. Por una parte o por otra, estamos rodeados de señores y los ciudadanos somos unos esclavos pues la democracia también es esclavitud. Incluso  los políticos están supeditados, hipotecados y son deudores de sus patrocinadores.
    Todo ello se desarrolla en medio de una carencia de ideas, idearios, ideales, propuestas o soluciones  por parte de  los gobernantes. No actúan más que por impulso del negocio. Entran en la política como una forma de ganar el dinero que acompaña a todo poder. Incluso aquellos populismos que parecen defender al pueblo, a los pobres, a los desheredados, a los necesitados, no creen en el pueblo, les conviene que haya pobres para negociar con ellos como baza ante los ricos. Les molestan los pobres y no quieren sus protestas y  manifestaciones.
    De ahí sale la democracia como dinastía pues los políticos forman un grupo, una clase social  de burgueses privilegiados que se pasan unos a otros las prebendas y se aseguran la sucesión  en ellas. La llamada “puerta giratoria” es una mínima expresión de esta cultura de familia que se respira y transmite entre políticos de diferentes partidos. El pueblo les vota y ellos se juntan y se eligen. Se reparten el poder.Triste destino de la democracia.