Votar a España

17/12/2015 - 23:00 Lara de Tucci

Hay una curiosa nooticia acerca de las elecciones del 20-D: los obispos españoles, en su conjunto -léase CEE-, no se pronuncian a la hora de sugerirles a los fieles una determinada opción política para votar; pues consideran que la inmensa mayoría de los laicos ya tiene una formación política adecuada para actuar con responsabilidad. Claro que luego cada prelado, en el plano individual, podrá ejercer su particular influencia en los creyentes que ejerzan su derecho al voto, y más teniendo en cuenta que al considerable número de los que se abstienen de ir a votar se suma también el 40% de los indecisos, de los que están llenos de dudas, creyentes y no creyentes. Que necesitarían cierto impulso en sus ánimos y unas oportunas orientaciones para llevarlos a los colegios electorales ese día. Por otra parte, dado que en la atmósfera política que envuelve a los ciudadanos en esta campaña de las elecciones del 20-D hay un elevado cúmulo de intenciones a desarrollar y de promesas en los programas electorales de los distintos candidatos a presidir nuestro país, no estaría nada mal que toda la ciudadanía fuera ayudada de alguna forma para poder sacar claras conclusiones y adecuadas referencias para no darnos de “bruces” en las urnas y, así, que nuestro voto supusiera un granito de arena con el que se sustentara después el magno edificio nacional de la España que el conjunto de los españoles, en su mayoría, queremos. Lo cual quiere decir que desde ciertas instancias independientes nacionales se nos hiciera reflexionar para conseguir unos resultados electorales de atinadas posibilidades para que camináramos juntos todos los españoles, incluidos los políticos elegidos, en el mismo sentido de trabajo y de servicio para el éxito del bien común.
Y por eso mismo digo en el título del artículo que hay que votar a España; con el objetivo de respetar su Historia a través de la constructiva crítica de los errores habidos; respetar asimismo sus tradiciones seculares, esas que aglutinan los sentimientos patrióticos de casi todos, y respetar igualmente su Cultura, la Cultura transmitida a otras muchas naciones, la Cultura que nos identifica, nos distingue y nos clasifica como pueblo ideal en el panorama internacional. Alguien pudiera creer que todo esto suena a monolítica manera de pensar en vísperas, precisamente, de unas elecciones nacionales donde concurren diversas maneras de pensar, muchas de ellas en abiertos enfrentamientos, para seguir creciendo en desarrollo social, en niveles económicos y en bienestar. Metas que luego no se alcanzan plenamente quizá -¡vaya paradoja!- por esos desencuentros y divisiones que todos venimos conociendo entre políticos de distintas tendencias. Votar a España, y con mayor motivo cuando hay grupos políticos que la han tomado con la Constitución, y en cada mitin, en cada declaración de intenciones y en cada programa que les exponen a los ciudadanos está la reforma que de la misma llevarán al Congreso para debatirla y modificarla a su capricho.
Todo, como si en el articulado de la Carta Magna se hallaran duendes que impiden concentrarse a los congresistas para resolver al unísono todos y cada uno de los problemas que aquejan a la ciudadanía en los diversos órdenes. Y no, no es la reforma de la Constitución (tarea que reclamará un elevado consenso llegado el momento de retocar algunos de sus artículos) donde los ciudadanos tienen sus esperanzadas perspectivas para que todo vaya mejorando progresivamente. Lo curioso del caso es que algún que otro candidato se esfuerza, en este sentido reformista, en hacer una carrera equivocada para llegar a esa meta imaginaria donde se enrocan ese 40% de los indecisos y los abstencionistas.
Equivocada, porque desbloquear la Constitución que nos ha traído al terreno de las libertades públicas en un Estado de Derecho que a todos los españoles nos considera iguales ante la Ley; desbloquearla, digo -y más si se hace dando palos de ciego-, puede ocasionar riesgos que luego nos lleven otros cuarenta años de trabajos para enmendarlos. Pues los políticos, generalmente hablando, carecen de esa varita mágica que corrige en el acto el traspié que se dé en un asunto tan complicado y de tanta trascendencia como el que nos ocupa. Por lo mismo, el 20-D, además de tener en cuenta a los diferentes candidatos a la presidencia del Gobierno español a la hora de emitir el voto; los ciudadanos tenemos que considerar cuál o cuáles de ellos son los más indicados para hacernos sentir que no nos equivocamos; que vamos a votar realmente a la España eterna.