Vuelta a la realidad

04/04/2016 - 17:40 Pedro Villaverde Embid

Terminada la semana de Pasión comienza el verdadero calvario.

Pasar las páginas de esta sección de Pueblo a Pueblo, coordinada por la periodista Miriam Pérez, es hoy recordar lo acontecido con motivo de la celebración de la Semana Santa en nuestros pueblos que reviven con la llegada de estas fechas. Las tradiciones se han cumplido según lo programado. Ermitas e iglesias han acogido los diferentes actos litúrgicos y traslados de imágenes, los niños han disfrutado con la quema del Judas y no han faltado los encuentros de los pasos de Cristo con su madre sufriente o gozosa.  Estos días de descanso y ocio han supuesto además un paréntesis en la vorágine política que altera e incluso amarga nuestro cotidiano devenir. Terminada la que calificamos como semana de Pasión, de penitencia, de dolor, que finaliza con la resurrección gloriosa, empieza sin embargo el verdadero calvario de volver a ver en los medios de comunicación las imágenes de nuestros políticos en busca de coaliciones y fórmulas para llegar a gobernar, objetivo que les preocupa y ocupa más que el bienestar de los ciudadanos.  Entramos hoy en el mes de abril y con él en la cuenta atrás hacia unas nuevas elecciones si no se llega en su transcurso a complicados acuerdos. La novedad de esta semana era esa reunión de la izquierda con la extrema izquierda para convencerla de sentarse  juntas con la medio derecha dentro de ese concepto de transversalidad que solo excluye a la derecha, en un ‘sano’ ejercicio de democracia. Ponerse de acuerdo a la hora de concretar programa de gobierno, aunque se sentasen, se nos antoja, por otra parte, imposible.  Lo peor es que ni dentro de cada partido están de acuerdo sobre la estrategia o camino a seguir. Sánchez y Díaz ya hablan abiertamente de pugnar por la secretaria general para dar impulsos distintos a su PSOE. Iglesias y Errejón han roto su idilio en la formación en la que todos decían quererse. Entre los populares algunos se alegrarían de que diese un paso atrás su líder. Y en medio de todos, en terrenos pantanosos y con cara de desconcertado, un Albert Rivera al que por lo menos no le crecen los enanos.  La confusión campa en una madeja demasiado liada. Unas nuevas elecciones serían una tomadura de pelo a los votantes, además del coste económico y la perdida de tanto tiempo, pero otras soluciones tal vez sean todavía peores. Tras el paréntesis festivo vuelve la cruda realidad, la pesadilla de la que no parecemos saber, querer o poder despertar y mientras tanto la barca sin timonel. Por desgracia, continuará.