Los veinte... ¿Quién los pillara?

13/08/2012 - 00:00 Mario Bueno


 Hace unos días se promocionaba en televisión y en la radio un anuncio del Sorteo Extra de Verano de la ONCE. En dicho anuncio manejan el tópico de “juventud divino tesoro”, poniendo en nuestra retina a una juventud que “se ve capaz de todo”, que vive en “un verano interminable”, con “sensación de libertad”, sin ningún tipo de problema, ni preocupación... He de decir que no soporto ese anuncio. No lo soporto, porque ese anuncio no representa a la mayoría social de la juventud, no representa a la juventud que esta sufriendo la crisis, no representa a la juventud de la clase trabajadora.

  Idealiza y generaliza a la juventud en un modelo que no se acerca a la realidad, ni de cerca. La mayoría de la juventud siempre ha estado en crisis. Hace diez años, en pleno auge de la burbuja inmobiliaria y de la economía especulativa, la juventud tenía unas tasas de paro del 22%. Este ya era un porcentaje muy importante, casi tanto como el del total de la población laboral actual, sin embargo ahora en plena crisis económica ¿vivimos en un verano interminable? la verdad es que según la Encuesta de Población Activa el 53,28% de los menores de 25 años se encuentran en paro. Además manejamos una temporalidad del 70%.

  Para encontrar unos datos semejantes tenemos que buscar en el Norte de África. Las políticas neoliberales impulsadas por los gobiernos del PP y del PSOE han ido encaminadas en la dirección contraria a revertir esta situación. Se les ha encargado a los pirómanos extinguir el fuego. Así el gobierno del PSOE impuso una reforma del sistema de pensiones que obligará a la actual juventud a jubilarse a los 67 años, a no ser que coticemos 38 años. Algo difícil si tenemos en cuenta los datos de paro y de temporalidad que hemos manejado. Las reformas laborales de 2010 y de 2012 han ido encaminadas a facilitar lo máximo posible el despido, dejando mano libre a las empresas para mandar a las y los trabajadores a la calle; las ETT´s se convierten en agencias de colocación en el sector público; el contrato de formación para un mismo trabajador se puede multiplicar en la misma o distinta empresa; etc..

   El acceso a la universidad se ha restringido a unas cuotas sin precedentes. Con el “tasazo” impuesto por el Ministro Wert es muy difícil poder acceder de entrada a la Universidad Pública, pero es prácticamente imposible continuar con la subida progresiva de tasas. Así con la 4ª matrícula llegas a pagar prácticamente entre el 90 y el 100% de su precio estimado, con la tercera entre el 65 y el 75%, con la segunda entre el 30 y el 40%, etc. El acceso a la universidad se convierte en un privilegio al alcance de unos pocos. Además tenemos la situación de los servicios públicos.

  Decían que contábamos con una cantidad ingente de funcionariado, pero la realidad es que estamos a la cola de empleo público de la Unión Europea (5,9% de población productiva), prácticamente la mitad que la media de la Europa de los 15. Si pretendíamos poder optar a un empleo público (como era mi caso) esas ilusiones se nos acababan porque el gobierno congeló la oferta de empleo público hasta 2015. Todo esto era lo que se me pasaba por la cabeza cada vez que veía u oía el mencionado anuncio.

  No estamos viviendo un verano interminable, ni nos vemos capaces de todo. En realidad somos la primera generación que, desde la IIª Guerra Mundial, va a vivir peor que sus padres. Una compañera de facultad (estudio historia en la Universidad de Alcalá) se preguntaba que para qué estudiamos historia, si a este paso sabremos de primera mano cómo se vivía en la posguerra.

  Efectivamente es así, al menos nos lo podrían convalidar como prácticas externas... Esta es la situación que tenemos la que era llamada “la generación más preparada de la historia”, la que más formación había recibido. A no ser que entre todos le pongamos remedio, porque los que estamos sufriendo los recortes, el paro y la precariedad somos más que quienes han creado la crisis para hacer negocio con ella.

  Ellos tienen nombres y apellidos, se llaman Amancio Ortega, Rodrigo Rato, Florentino Pérez, Emilio Botín, Antonio Brufau, etc. Ellos no son otros que la banca, las grandes fortunas, los denominados “mercados”, en definitiva: los capitalistas. Tal vez el anuncio tenga razón en algo. Si la juventud es capaz de todo, esperemos que seamos capaces de revertir esta situación.