El Azuqueca reacciona demasiado tarde
El Azuqueca rescató una dosis de imagen en un arrebato postrero ante un rival que le dominó de principio a fin, y que ofreció ochenta y cinco minutos de recital antes de una tiritona que le pudo costar cara. El marcador dirá que el Azuqueca estuvo cerca de su rival, el Puertollano, pero la realidad del encuentro dicta que pasará mucho tiempo hasta que el cuadro de Miguel López vuelva a estar tan lejos de un equipo.
El Puertollano dominó de principio a fin, y sólo la falta de puntería o el exceso de barroquismo impidió que el conjunto azudense volviera con un resultado escandaloso en contra. Rubén Gómez, sólo ante el portero, y Rubén Moreno, desde el punto de penalti, pudieron convertir los primeros avisos industriales en goles antes de que Rafa Espada, de falta directa, firmara la única ocasión del Azuqueca en la primera parte. Desde ahí, una galopada maravillosa de Valdivia, pura seda, para dejar a Rubén Gómez ante la portería vacía, y otra rápida de Rubén Moreno que invirtió la situación para poner a Valdivia ante la meta de Javi Alonso. Los dos sin portero, los dos goles sólo de empujar. Tal era la diferencia entre ambos conjuntos.
Sin embargo, el Puertollano se enredó con un ovillo y el Azuqueca salió a la segunda parte convencido de que un tanto le metería en el partido, pero lo que realizó sobre el terreno de juego fue, más que un impulso desmesurado por intentar provocar el temblor en su rival, sobrevivir a base de suerte y paradas de Javi Alonso. Incontables opciones marró el Puertollano hasta que Iván Limón dejó a José Manuel solo para hacer el tercero. Los cambios habían destemplado al Puertollano hasta que el tercer gol le relajó en exceso. La falta que botó Pascu no la defendió nadie y Kike la envió a la red. Acto seguido, el balón al espacio a David Moreno fue cortado abruptamente por Troyano en falta dentro del área. Penalti y expulsión. Pascu no falló y puso el nudo en la garganta de quien menos lo mereció, pero de ahí al final no hubo opciones para el conjunto rojinegro. Al final, sabor amargo en los locales y suspiro en los visitantes.