El Azuqueca se acostumbra a ganar en Tercera
Tres de tres y nueve puntos que aúpan al Azuqueca a lo más alto de la clasificación. En esta ocasión, los pupilos de Joselu fueron el verdugo de un Villarrobledo que en la segunda mitad buscó las cosquillas a su rival e que les hizo sudar la gota gorda. Un Villarrobledo que, si hubiera gozado de un banquillo a su altura, pudo haber sacado algo positivo del San Miguel. No en vano, comparecieron en el San Miguel con lo puesto y cuatro juveniles en el banco esperando una alternativa que nunca llegó. Pero este domingo, el que contaba con recambios a la medida de las circunstancias era el cuadro local.
Y es que, fueron los suplentes los que en la segunda mitad dieron aire a un Azuqueca que se ahogaba ante el empuje manchego. Los mediocampistas, por falta de fondo, se juntaban demasiado a la zaga dejando campar a sus anchas a los media puntas roblenses.
Pero empecemos por el principio: el primer acto. Un total de 45 minutos en los que el Azuqueca demostró de lo que es capaz de hacer esta temporada. Presión, velocidad y gusto en el toque con Guillermo Gese haciendo las delicias del respetable en banda izquierda. Sin embargo, la primera ocasión rojinegra llegó por la derecha con Gonzalo dejan un balón perfecto para que Miguel Navas la centrase al corazón del área. Allí, el central molestó lo suficiente como para que Esaú rematara en semifallo y el balón se fuera lamiendo el palo.
Era el primer aviso de un Azuqueca que se gustaba y que dominaba todas las fases del partido. Al segundo ya no fallaría. Tras una soberbia jugada colectiva, Roberto Izquierdo filtró un balón a la espalda de la defensa visitante con Esaú como destino. En el mano a mano, el delantero se zafó de Álex Ruiz con un chut cruzado que remachó en el segundo palo Guillermo Gese. Era el colofón perfecto para una jugada tan especial. Sin embargo y a instancias del linier, el tanto no llegó a subir al marcador ante la estupefacción de la grada.
El árbitro volvería a tomar partido en el choque poco después. Tras anular el tanto, Mora Correa señalaba el punto de penalti: José Carlos, de forma inocente, se dejó liar por el jugador más desequilibrante sobre el campo, Gese. El extremo le dribló y el lateral metió la pierna sin querer y sin ninguna opción de arrebatarle el cuero. El penalti era claro y Esaú se encargó de transformarlo. Era el justo premio a una primera parte en la que el Azuqueca fue superior.
Sin embargo, el cuento cambió en el segundo acto. Tolo Ocaña cambió la disposición de los suyos: Manu, centrocampista reconvertido en central por necesidad, se convertía en un falso nueve improvisado. El plan no le pudo salir mejor o quizá sí, si sus hombres hubieran sido capaces de batir a Javi Alonso. Y es que, la falta de puntería impidió al Villarrobledo puntuar.
En el minuto 47, José Ángel estrellaba su remate en la madera y diez minutos después ni Mani, ni Tranche, ni Cristofer fueron capaces de abrir una brecha en el muro que habían construido los rojinegros delante de la portería. Una triple ocasión en la que por cada disparo, se producía un rechazo ya fuera de Javi Alonso, Tena o Pancorbo.
El Azuqueca estaba grogui y Joselu era consciente de ello. Su equipo no era capaz ni de mantener la pelota, ni de golpear a la contra. Pero todo eso cambio con la introducción de Pablo Rojo y, especialmente, Javi Herranz. El punta dio dos goles a sus compañeros. En el primero, Pablo Rojo remató al muñeco; en el segundo, Gonzalo no perdonó.