El BM Guadalajara se duerme tras el descanso

30/03/2014 - 09:39 Optasports

El BM Guadalajara no se presentó el sábado en Puente Genil. Mejor dicho. No compareció en la segunda parte, en la que fue aplastado por un Ángel Ximénez que ha hecho del Alcalde Miguel Salas un auténtico fortín. El siete de Mateo Garralda, cuajó tal vez, la peor segunda mitad de la temporada ante unos anfitriones que enlazaban cinco derrotas consecutivas y necesitaban ganar para escapar del peligro.
La defensa cerrada 6-0 de los pontanos se le atragantó al conjunto alcarreño, al que, también hay que decirlo, le faltó acierto. Los locales comenzaron el partido mandones. En el minuto 6 ya ganaban de dos después de ponerse 4-2 arriba. El Guadalajara no se sentía cómodo en la pista y las paradas de Moyano sostenían a los de Garralda, asfixiados en la muralla pontana y en un Óscar Río que asumió a la perfección el papel de director de orquesta. Los visitantes hacían la goma en el electrónico, hasta que los brazos ejecutores de Jorge Silva y Kike Plaza, sin duda el mejor del partido, pusieron un alentador 12-13 en el minuto 23. La cosa pintaba bien, pero Chirosa, el meta anfitrión, hizo dos paradas de fábula que volvían a colocar un apretado 13-13, un registro que se dinamitó por culpa de la efectividad del local Nacho Moya, que sacó a pasear su demoledor lanzamiento exterior para firmar un 17-15 que dejaba el partido muy abierto. La cosa pintaba fea para el Guadalajara otra vez, que se iba a la caseta dos abajo y con la sensación de no poder meterle mano a la férrea zaga pontana.

Guadalajara salió dormido y en apenas un abrir y cerrar de ojos se colocó 20-15 abajo en el 36'. Sólo los goles de Kike Plaza le ponían algo de picante al asunto, roto definitivamente en el ecuador de la segunda parte después de que los locales firmaran un parcial de 5-1 que propiciaba un claro 21-16. Con los morados desaparecidos de la pista, el Ángel Ximénez llegó a ponerse 10 por delante, una distancia que el Guadalajara no fue capaz ni de maquillar en las postrimerías. Si en Logroño o ante Ademar hubo consuelo por la falta de eficacia o la mala suerte en momentos puntuales, en este caso sólo hubo una lectura posible: una derrota de un equipo excesivamente corto de efectivos.