Regalando puntos y a paso de tortuga

28/02/2016 - 18:11 Rubén Martínez

Es imposible asomar la cabeza sumando de uno en uno. El Guadalajara volvió a evidenciar su tremenda debilidad en el Escartín cediendo un empate –y sinceramente, pudo ser peor– ante un rival directo como el Leoia. Los vascos tuvieron la sartén por el mango prácticamente durante todo el encuentro salvo en una última fase de acoso local, momento en el que sobrevino la igualada e incluso pareció vagamente que podía llegar el 2-1. Dado el contexto, de haberse consumado esa hipotética remontada, aquellos tres puntos habrían resultado un manjar clasificatoriamente hablando pero en ningún caso modificarían el análisis sobre la situación.
Como positivo conviene señalar que Lucas ya ha identificado a los 12-13 jugadores sobre los que intentará cimentar la permanencia. Ello se desprende de sus últimas alineaciones en las que va desapareciendo paulatinamente Miguélez. Otra cosa es que el técnico deportivista tire del talento y la visión de juego del cántabro cuando las cosas se ponen feas. Como en los viejos tiempos, el Depor salió enchufado con un primer cuarto de hora apabullante, sin demasiada presencia en área contraria, pero marcando territorio y jerarquía. Con el paso de los minutos y con un juego bastante rudo, el Leoia fue desquitándose del empuje alcarreño, ganando tácticamente y ocupando mejor los espacios que el 4-4-2 de los deportivistas.

Jugando a la vasca
Consumida la primera media hora, los lejonenses habían conseguido arrimar el ascua a su sardina. Para quien no conozca al cuadro de Igor Gordobil, basta con decir que es un equipo vasco de los pies a la cabeza. Bien plantado, poderosísimo físicamente (tanto por centímetros como por despliegue) y aguerrido. Por cierto y sin complejos para usar el desplazamiento largo y evitar así contratiempos. Julien no era capaz de llevar la manija en la medular y así, jugando a la vasca, los visitantes se movían como pez en el agua, ganando segundos balones, en definitiva incomodando el juego de toque de los alcarreños. Fue en la primera jugada de combinación en campo contrario del conjunto dirigido por Igor Gordobil cuando llegó el 0-1. Partiendo desde la banda izquierda y con tres pases al primer toque, los vascos desgarraron la zaga morada y Etxaniz definió de lujo ante la media salida de Kevin. Era el minuto 36. Concluyó la primera parte con 0 disparos a puerta y 0 disparos fuera del Deportivo.
Tras el paso por los vestuarios, el Guadalajara asumió el reto de remontar desde el primer instante. El Leoia se agazapó atrás renunciando al balón y ofreciendo todo el campo pero el cuadro de Lucas fallaba unas veces en el pase, otras veces resultaba demasiado previsible y otras veces perdía el cuero sin siquiera finalizar jugada. El primer disparo del cuadro morado llegó en el minuto 61, se dice pronto. Lógicamente era cuestión de tiempo que llegara el habitual runrún desde la grada. No obstante la dinámica había cambiado.

Ofensiva
El Depor estaba arrinconando a su rival. En varios córners y faltas laterales se rozó el empate hasta que en una jugada de desorden, un centro de Manzano (y ya van unas cuantas asistencias) era enviado a las mallas por Rangel. Su rabia en la celebración sacó a relucir el enorme sufrimiento al que está sometido el equipo, necesitado también de un golpe de suerte. A raíz del empate podía pasar cualquier cosa. El Depor siguió dominando y acercándose a la meta defendida por Iturrioz pero apenas disfrutaría de ocasiones serias de peligro.
El Leioa por contra había tenido un segundo tiempo de incomparecencia en labores ofensivas pero aún dispuso de un par de contragolpes en los que pudo marcar el segundo solo que las piernas ya no les respondían a los lejonenses. Como decíamos antes, jugando a la vasca, pocas opciones más tuvo el Depor de llevarse el triunfo así que hubo que conformarse con un punto, otra vez. Durante el próximo mes (Talavera, La Roda, Ebro y Rayo Majadahonda) no habrá peros que valgan por que el descenso está muy muy cerca y hay que sumar de tres en tres –más aún si es ante rivales directos– de una vez por todas.