Carnaval perpetuo

12/02/2022 - 15:33 Antonio Yagüe

Antes de suicidarse un 13 de febrero de Carnaval, el padre del periodismo español glosó aquellos días de jolgorio popular, con disfraces, danzas, bromas y comparsas callejeras.

Lo de “por San Blas la cigüeña verás” se nos ha quedado anticuado.  Ya ni se marchan hacia el sur huyendo del frío y buscando comida ni vienen de París, como se decía, con niños debajo del pico. Basta darse una vuelta por Alcalá de Henares para ver a las damas de los cielos complutenses en pleno diciembre o enero. Forman parte de su paisaje, con sus nidos, sonidos, vuelos y hasta en el escudo.

Tampoco hay que esperar a carnestolendas para que sea carnaval. Ya lo escribía Larra: “El mundo todo es máscaras; todo el año es Carnaval”. Y eso que no había, por ejemplo, un Congreso de los Diputados u otras instituciones convertidas en coso taurino, salón de moda con besos y achuchones, casino o zoco donde se compran y se venden votos y cualquier cantamañanas o farsante es celebrado por su habilidad en el engaño.

Antes de suicidarse un 13 de febrero de Carnaval, el padre del periodismo español glosó aquellos días de jolgorio popular, con disfraces, danzas, bromas y comparsas callejeras. Describe los bailes de máscaras, la confusión de identidades, el encuentro furtivo de amantes a espaldas de  esposos/as, intrigas, malos entendidos… En su parte filosófica denuncia algo más universal e intemporal: la hipocresía, el hecho de que en realidad mucha gente no necesita ponerse careta porque la lleva puesta siempre. Hay máscaras todo el año.

Lope de Vega sostenía que tras la máscara está la subversión, y Pérez Galdós mantuvo que el Carnaval es transgresión, los viejos se visten de jóvenes, los hombres de mujeres y las mujeres de hombres. El Carnaval ha sido transformar lo viejo en lo nuevo, reivindicar la utopía desde la sátira, una fiesta liberatoria.

Carteles de ciudades y pueblos rebosan este año ansia de celebración tras tantas olas de Covid. Los ayuntamientos ofrecen una suerte de mixtificación de procesiones cívicas con premios a comparsas, botargas y chirigotas a ritmo de samba o batucada con importados sonidos brasileños. Ya nada queda de las costumbristas manifestaciones que se celebraban antes de que ayunos y abstinencias lo impidieran. Un Carnaval permanente también corre el riesgo de caer en la irrelevancia.