Carta a Selas
Pero para algunas personas seguro que la prioridad no es la belleza, no es el turismo, ni el amor por la tierra, no son los seres vivos que están en un lugar hace más tiempo que uno mismo.
En mis decenas de viajes por los parajes del Alto Tajo, encontré hace años un lugar precioso en Selas al que se accedía a través de un paseo de hojas secas en otoño y de sombra fresca en verano. La fuente de “el Ejido”, nacimiento del río Mesa, se envolvía en majestuosos árboles llenos de vida.
Y digo: envolvía. En pasado, porque hace unos días al ir a merendar a la fuente, encontramos un paisaje desolador con sus grandes chopos y álamos talados. La explicación de semejante barbaridad ecológica quizás esté en las líneas de alta tensión que se veían amenazadas por las copas de los árboles. Y mi pregunta es: ¿Vale lo mismo desplazar unos pocos postes de luz unos cuantos metros que desmembrar una parte tan bella de este bonito pueblo y dejarla sin su sombra, sin sus colores, sin su olor, sin el sonido de su sentir?
Pues no. Debe valer bastante menos. Pero para algunas personas seguro que la prioridad no es la belleza, no es el turismo, ni el amor por la tierra, no son los seres vivos que están en un lugar hace más tiempo que uno mismo.
Y desde el lugar donde vivo es una lástima recordar ese sitio de nuestro recreo ahora vacío sin su esencia. Ojalá se pudiese recuperar lo que destrozamos creyéndonos amos y señores de la naturaleza.