De la indumentaria tradicional al traje típico

03/02/2024 - 12:56 José Antonio Alonso/Etnólogo

El concepto de TRAJE TÍPICO es más bien una abstracción y tiene mucho de simbólico: es una recreación de la indumentaria tradicional que, por distintas cuestiones, la comunidad ha elevado a la categoría de icono.

Ha venido enero completito, con un poco de cada cosa: días de viento y frío, que es lo suyo, alguna tardecita soleada…; este año ha traído agua abundante y algo de nieve también, que buena falta hacía. Le digo a mi vecino agricultor que “bien contento puede estar ” por lo de la lluvia, pero, con el gesto torcido, me viene a decir que el agua le impide ir a trabajar al campo, y pienso para mis adentros que, efectivamente, va a ser verdad eso de que “nunca llueve a gusto de todos”.

Empezamos de nuevo el ciclo anual  y ya tenemos en la pared colgados los almanaques, con sus días festivos en rojo, con sus santorales y fiestas repartidas y  sus lunitas dibujadas, que también las fases de la luna tienen su importancia para los seres vivos que poblamos este maltratado planeta.

Demostración de la Sección Femenina. Guadalajara. 1975. Foto:Jesús Castillo.

La cultura tradicional de nuestras comunidades, especialmente las rurales, estaba, y está todavía, muy condicionada por el clima y por la sucesión de las estaciones y pocos aspectos eludían esta influencia; la INDUMENTARIA, por ejemplo, iba cambiando según el momento del año. Nuestros ancestros se resguardaban del frío, empezando con la ropa interior de abrigo: largos calzoncillos, fajas de punto para los hombres, refajos  y corpiños para ellas, y peales y medias de lana para unos y otras, con sus prendas de paño, sus buenas mantas, sus toquillas, sus sayas y capas, sus tapabocas, gorras y monteras de piel y pañuelos para la cabeza. A medida que el tiempo iba mejorando se iban aligerando las ropas, y las prendas de lana dejaban paso a otras más ligeras, de modo que la indumentaria estival, en nuestros veranos mesetarios, se adecuaba a las altas temperaturas que había que soportar. Era el momento de las telas de lino y cáñamo, de los retores y los algodones. Las capas y las sayas de paño regresaban entonces a los arcones, y salían a la calle y al campo, otra vez,  las camisas y las sayas de tela, los pañuelos ligeros y los sombreros de paja.

Durante mucho tiempo, los grupos “folklóricos” exhibían -todavía sigue ocurriendo- el mismo tipo de indumentaria, fuera invierno o verano, para sus demostraciones públicas, con muy ligeras variantes. Normalmente, las personas que nos movemos en ese mundillo de la tradición distinguimos entre TRAJE TÍPICO  e INDUMENTARIA TRADICIONAL. La indumentaria tradicional  es un concepto más amplio y se refiere al repertorio de piezas que las personas de una comunidad, más o menos extensa, usaron a lo largo del tiempo, en sus distintas edades y circunstancias; esto incluye las prendas y accesorios vestidos desde el nacimiento hasta la vejez, ropa de invierno y de verano, de fiesta y de diario, ropas usadas en los ritos, en las tareas y oficios, incluyendo también las formas de vestir, los peinados y tocados. El concepto de TRAJE TÍPICO es más bien una abstracción y tiene mucho de simbólico: es una recreación de la indumentaria que, por distintas cuestiones, hemos elevado a la categoría de icono y que nos sirve para identificar a una comarca, a una provincia o región; el traje típico se basa en la indumentaria tradicional, de ella toma una serie de elementos: prendas, dibujos, colores...y, con el paso del tiempo, se ha convertido en una imagen representativa. Curiosamente, tampoco la idea del traje típico es una cuestión totalmente fija, pues, si nos fijamos en su evolución, veremos que también va cambiando con el paso del tiempo. Solamente esta cuestión nos daría para hablar largo y tendido, pero no es mi intención echar ahora la vista demasiado atrás.

María escarmentando lana. Robledo. 1988. Foto: José Antonio Alonso. 

Como es sabido, el régimen franquista puso mucho empeño en el uso de algunos aspectos de la tradición para apuntalar la idea de la unidad de la patria, desde la diversidad “regional”. Uno de esos aspectos fue el traje típico o “traje regional”, y las estampas que nos llegan de esa idea desde la posguerra son bastante esclarecedoras. Es cierto que a los encuentros de folklore acudían gentes de distintos grupos que lucían variadas indumentarias, representativas de sus localidades de origen, pero también es cierto que, en nuestro caso, el “traje de alcarreño” o “de alcarreña”, por poner un ejemplo cercano, era el que era, con una tendencia bastante marcada a la uniformidad. Curiosamente las faldas o “refajos” típicos de las chicas se acortaron en los espectáculos de aquellos momentos, no sé si por la escasez de medios o por una cierta intención de “modernismo”.

Con el paso del tiempo y, a medida que se iba avanzando en el conocimiento de la indumentaria tradicional, se fueron incorporando otras muchas prendas que enriquecieron la imagen que  los grupos ofrecían al público. Espectáculos de baile y música, exposiciones, pasarelas, procesiones y desfiles se convirtieron de esa manera en  muestras palpables de la riqueza de la indumentaria. Este camino no fue fácil, en absoluto, pues detrás de estas demostraciones hay una larga tarea de documentación, investigación y recreación. Para conseguirlo, hay que rebuscar en los arcones y en los archivos fotográficos, encontrar las telas y el resto de los materiales y confeccionar las prendas con las técnicas adecuadas. En las últimas décadas se ha avanzado mucho en este sentido, especialmente en algunas comunidades -Aragón, Valencia, Soria, etc.-, también en nuestra tierra,  pero estamos llegando al final del artículo y nos hemos quedado sin espacio para hablar de la tarea llevada a cabo en nuestra provincia y en el resto de la comunidad.

Tipos valencianos. San Vicente. 2018. Foto: José Antonio Alonso

El caso es que la indumentaria tradicional, en general, y el traje típico, en particular, forman parte también de nuestro patrimonio y del conjunto de nuestras imágenes identitarias, al igual que nuestra música tradicional o nuestra gastronomía, por poner algunos ejemplos.