De tirantes y tiranteces


Gracias a Nueva Alcarria voy a intentar hacer sencillo lo complejo, que no cunda ni el desaliento ni el miedo cuando las cosas no son como creemos que deberían ser.

El estudio de Derecho es como casi todas las ciencias, una fuente inagotable de preguntas con muy pocas respuestas. Y las respuestas, suelen ser dubitativas, revisables, poco categóricas, muy fundamentadas, cuidadosas.  Muchos adjetivos para señalar el respeto al Derecho. Cuando se trataba del Derecho Penal, la consideración es, o mejor era, casi reverencial.

No hace tantos años las leyes tenían un lenguaje propio, sólo comprensible para unos pocos elegidos. Nadie hablaba de procesos, de penas, de reinserción o de prevaricaciones administrativas. Esos tiempos han cambiado.

Hoy todo el mundo habla sobre delitos y penas. Hoy las sentencias se comentan en los bares y eso está bien, porque da vida a la ciencia del Derecho y la saca de estanterías polvorientas y de togas raídas.  No me refiero sólo al debate sobre la prisión permanente revisable, o la violación, o las rebeliones o sediciones; hablo de casi cualquier decisión del legislador o del juzgador que haya sido atraída al foco mediático, muchas veces para excitar la insatisfacción de los ciudadanos. Lo peor es que esto produce desaliento y miedo, los dos elementos de los que se alimenta el populismo y la demagogia. 

Acabamos de conocer la sentencia del “caso de los tirantes”. Un resumen básico es el siguiente: un hombre golpea a otro, le derriba y le sigue golpeando una vez ha caído al suelo, inconsciente. El agredido muere cuatro días después en la UCI. Llevaba unos tirantes con la bandera de España. El agresor, Rodrigo Lanza, es un conocido antisistema que ya había sido condenado por otra agresión, en la que causó graves lesiones a un guardia urbano. La pena, 5 años de prisión por un homicidio imprudente.

Estos días todo el mundo tendrá una opinión, pero pocos habrán leído la sentencia, pocos habrán profundizado en los hechos probados, no supuestos o imaginados. Menos aún fueron los presentes en el juicio. Y las opiniones pasionales son difíciles de cambiar. 

Tampoco ayuda que abogados, jueces y fiscales se tiren los trastos a la cabeza, con descalificaciones recíprocas y anuncios de “reservarse las acciones legales”, como ha pasado en este juicio. Cuando la crítica de la sentencia no se hace en el recurso ante una instancia superior sino en la televisión, mal vamos. Afortunadamente, la inmensa mayoría son grandísimos profesionales que hacen una importantísima labor.

Vamos a luchar contra molinos de viento. Gracias a Nueva Alcarria voy a intentar hacer sencillo lo complejo, que no cunda ni el desaliento ni el miedo cuando las cosas no son como creemos que deberían ser. Eso no significa que el resultado les vaya a gustar. Sólo significa que la justicia aparece cuando dejamos de fijarnos en los tirantes y en las tiranteces.