El CETA y CLM
El próximo 14 de febrero el Parlamento Europeo debe ratificar el acuerdo de libre comercio entre la Unión Europea y Canadá, conocido como CETA.
Con la paralización momentánea del TTIP tras la victoria reciente de Trump en EEUU su “hermano pequeño” el CETA toma la delantera para servir en bandeja a diferentes multinacionales un mercado tan grande como el de la Unión Europea.
Los Tratados de Libre Comercio son el sueño de las grandes multinacionales, donde las empresas se colocan por encima de los gobiernos, es decir, por encima de la democracia. Son la salida capitalista a la crisis, en un momento de recesión económica para mantener sus beneficios necesitan dos cosas: aumentar la explotación de los trabajadores y aumentar la explotación de los recursos naturales. Y para eso necesitan revertir las conquistas sociales que se han conseguido con las luchas obreras en el siglo anterior. Necesitan continuar con la privatización de los servicios públicos, porque así pueden aumentar su nicho de negocio. Necesitan que prácticas que ahora mismo están prohibidas por ser lesivas contra el medio ambiente sean legales y necesitan sobre todo un sistema jurídico que se adapte a sus intereses. De hecho en nuestro país las empresas que están pagando estudios y publicidad a favor de estos tratados son entre otras: BBVA, Santander, La Caixa, Telefónica, Inditex, Iberdrola, Endesa y Mapfre.
El próximo 14 de febrero el Parlamento Europeo debe ratificar el acuerdo de libre comercio entre la Unión Europea y Canadá, conocido como CETA. El pasado 21 de enero se celebraron diferentes concentraciones a nivel global oponiéndose a este tratado. En España hubo manifestaciones en más de 20 ciudades. Tras esta ratificación podrá comenzarse a aplicar el CETA de forma provisional a falta de que los 28 parlamentos nacionales lo ratifiquen. Por tanto, de facto la votación del 14 de febrero es el paso casi definitivo para que podamos empezar a observar los efectos de este tratado sobre nuestro país y más de cerca sobre nuestra región.
El CETA es un peligro para las denominaciones de origen, de forma que cualquier empresa podrá fabricar, copiar y plagiar en Canadá cualquier producto y además el consumidor no tendrá forma de identificarlo. Es cierto que algunas denominaciones se han salvado, como por ejemplo el queso manchego, el azafrán y casi todos los aceites de oliva. Pero la pregunta que nos hacemos es qué pasará con algunas de nuestras joyas castellano manchegas ¿Qué pasará con el mazapán de Toledo? ¿Qué pasará con las berenjenas de Almagro? Y así podríamos seguir con los ajos de Las Pedroñeras, los diferentes jamones y vinos que se fabrican en nuestra región y que si se aprueba este tratado no van a estar protegidos.
Además veremos en nuestros supermercados productos que antes no estaban permitidos, se ha formado mucho revuelo con el panga, pero lo que puede llegar es infinitamente peor. Estos son algunos ejemplos:
• Carne inyectada con ractopamina: La ractopamina es un fármaco que estimula el crecimiento. Está prohibido en 160 países, incluidos los de la UE pero en Canadá no está prohibido.
•Manzana modificadas genéticamente: Desde 2015 Canadá permite esta práctica y sí ahora mismo no llega a nuestras cestas de la compra es porque existe un arancel del 9%. Con la firma de este tratado el arancel será de cero y es posible que veamos manzanas de este tipo compitiendo con las actuales.
• Salmón canadiense modificado genéticamente. El arancel actual es del 15% y pasará también a cero, por lo que es bastante probable que los consumidores de pescado lo incorporen a su dieta sin ni siquiera saberlo.
• Diferentes tipos de colorantes actualmente prohibidos en la Unión Europea llegarán a los productos que consumamos ya que sí están permitidos en Canadá.
A la pérdida brutal de seguridad alimentaria y biodiversidad para nuestro país y nuestra región hay que sumarle el peligro que supone dar mayor facilidad a diferentes empresas extranjeras para esquilmar nuestros recursos naturales con prácticas como el fracking, y si hablamos de Castilla-La Mancha tenemos la minería de tierras raras.
Como muestra tenemos el ejemplo de lo que ocurrió entre EEUU y Canadá gracias al acuerdo que firmaron entre ellos (NAFTA). En 2011, la provincia canadiense de Quebec promulgó una moratoria a todos los nuevos permisos de fracking para evaluar los impactos medioambientales de esta técnica de extraer gas no convencional. En 2012, la empresa de fracking “Lone Pine” de EEUU utilizaba las cláusulas de NAFTA para impugnar la moratoria y demandar por 250 millones de dólares en compensación de ganancias no realizadas. ¿Si Lone Pine gana, quien paga? Exacto, el contribuyente canadiense.
No se trata, por tanto de un enfrentamiento entre Canadá y la Unión Europea. Se trata de un enfrentamiento de multinacionales contra los trabajadores, los autónomos y las PYMES. No es una lucha de un pueblo contra otro. Son las multinacionales de aquí y de allí las que quieren aumentar sus beneficios, aunque sea a costa de nuestra salud, de nuestra calidad medioambiental o de nuestra seguridad. Se trata, una vez más, de la lucha de clases de toda la vida. Y una vez más debemos luchar y oponernos bien fuerte.
¡No al CETA!