El gran pucherazo y la respuesta Real

07/10/2017 - 12:00 Emilio Fernández Galiano

Y en esto que ante una España atónita, paralizada, despistada y silenciosamente indignada apareció el rey con el mejor discurso de la monarquía del siglo XXI.

No me refiero tanto al sainete de una lamentable parodia de referéndum. Por cierto, me sorprende que la prensa extranjera o Amnistía Internacional no hayan ejercido su condición de observadores internacionales para verificar la pulcritud y limpieza de una hipotética jornada electoral. Me sorprende que el escándalo hayan sido unos cuantos porrazos de los que estamos hartos de contemplar en Londres, París, Bruselas, Berlín o los aledaños del Santiago Bernabéu. Y por contra, me sorprende que  la pantomima de referéndum, la gran chapuza, el triste juego de la oca votando porque me toca, aquí o allí, con las urnas llenas antes de abrirse los colegios, con recuentos de fantasía, con el dedo corazón elevado a ver por dónde viene la farsa, un guiñol de marionetas, en fin, que toda esa estafa trilera  no centre el interés de la noticia. Poco dice de la profesión periodística, y  lo siento, porque me considero uno más, pero la noticia no puede ser ensombrecida por la frivolidad.
Déjenme pensar mal, perdón, con sinceridad, pero los lloriqueos de Junqueras o de Piqué fueron milimétricamente calculados en este triste vodevil. Qué teatreros, nos les creo ni en una milésima por ciento. A Piqué, además de por razones económicas porque yo no soy rico, no le compraría un coche de segunda mano ni harto de vino. Esos sí que son pucheros, qué digo, pucherazos, como el del simulacro electoral que defienden. Pero necesitaban crear la víctima que la desafortunada inacción de Rajoy impedía. Nada mejor que Roures, Iglesias y otros antisistema se conjuraran para crear la bendita víctima. Uno, el político más tierno, dos, el deportista estrella, tres la alcaldesa populista.  Venga, a llorar, necesitamos compasión. No comprensión porque no hay nadie en su sano juicio  que pueda comprender esta sinrazón. La línea es la emotiva. Ay, dos porrazos de más, ay, dos cocodrilos llorando, ay, la pluma blanda del enviado especial de turno, ay las mentiras impías de la Colau introduciendo la violencia y el acoso sexual policial (¡qué barbaridad!) y Roures ya tiene su plataforma asegurada.
Lamentable comprobar el escaso conocimiento que la prensa internacional -y hasta algunos de  la nacional- tienen de España. Incapaces de observar un golpe de Estado, lo omiten por unos cuantos contusionados.  Cómo puede ser que la noticia sea una reacción policial bajo órdenes judiciales en lugar de un mismísimo golpe de Estado, la afrenta a la Constitución,  la violación de la legalidad. Cómo puede ser que la noticia sean unos policías que cumplen órdenes, nada del otro mundo, créanme, en lugar de la mayor estafa electoral acaecida en la Unión Europea desde la del Reichskanzler (referéndum organizado por Hitler en 1934 para acumular todo el poder tras la aprobación de una Ley habilitante para justificarlo ¿Les suena?)
 Al albur de unos mossos cuyos responsables deberían ya estar detenidos y puestos a disposición judicial por desobediencia, la policía nacional y guardia civil se limitaron a obedecer órdenes. Valientes compañeros, los de Trapero. Y los protagonistas del golpe también deberían estar ya en dependencias judiciales. Con qué legitimidad se puede invocar el imperio de la ley sin ejercerla. Se termina siendo un insurrecto más.
Y en esto que ante una España atónita, paralizada, despistada y silenciosamente indignada apareció el rey con el mejor discurso de la monarquía del siglo XXI. Sin matices, ambigüedades, equidistancias o la debilidad que otros intentan esconder, ha instado, desde su papel que la Constitución le otorga, a los poderes del Estado a reponer la legalidad y el orden constitucional allí donde ha sido violado desde una ‘deslealtad inadmisible’. Así de sencillo, que a veces es lo más difícil. Así de ejemplar.