Es la crisis señores
Todos los gobiernos de los países miembros de la Unión Europea han incumplido sus programas y han tomado medidas impopulares.
Todos los gobiernos de los países miembros de la Unión Europea han incumplido sus programas y han tomado medidas impopulares, incluidos, entre otros, los socialistas presididos por François Hollande, Matteo Renzi y el populista Alexis Tsipras, obligados por la fuerza mayor de la brutal crisis económica que afectó a medio mundo, una crisis mutante y exógena, sin ocultar los yerros locales. Por citar un solo ejemplo en España: la construcción, que auspició la entrada masiva de inmigrantes para trabajar en una actividad ruinosa y destructiva provocando, al estallar la burbuja inmobiliaria, la pérdida de millones de puestos de trabajo, los desahucios y otros efectos indeseables, como la quiebra de las Cajas de Ahorro. El método analítico marxista, puede resumirse así: «Es un error analizar una cuestión en sí misma, aislándola del contexto». Por tanto, toda crítica que se haga sin tener en cuenta la crisis económica mutante, imprevisible y global, es una crítica sin valor alguno. Parodiando a Bill Clinton, habría que espetarle a más de uno: «Es la crisis, estúpidos». Lo que vengo a decir, sea cual sea el responsable, el miura estaba en el ruedo y había que lidiarlo. La diferencia entre lo halagüeño y lo que conviene es la que separa a un mero gobernante de un estadista. En circunstancias de normalidad económica, no sólo es imprescindible, sino una obligación fustigar con dureza al Gobierno de turno ante flagrantes incumplimientos de su programa electoral. Sin embargo, en el centro de una tempestad que no cesa, de proporciones ciclópeas; cuando la nave es embestida sobre los cuatro costados por vientos frenéticos y olas encrespadas, es a todas luces normal que se desvíe una y mil veces del rumbo preestablecido y su tripulación intente maniobras imprevistas para evitar su hundimiento. Es muy fácil reprobar desde la orilla. ¿Qué harían los críticos, en situaciones tan adversas, extraordinarias, impredecibles y desconocidas? A estas alturas de la película, ha quedado patente la serenidad, la fortaleza y la pericia de la tripulación (y del pasaje) para conducir a puerto seguro, sobre procelosas aguas turbulentas, la nave que estaba a la deriva. Mas no hay que confiarse. Habrá que estar con ojo avizor cuando la nave vuelva a zarpar, acaso, con tripulación distinta, para evitar que otra tempestad nos coja desprevenidos.