Grullas

19/11/2016 - 13:27 Antonio Yagüe

El calendario migratorio se impone. Huyendo de su invierno y anunciando el nuestro, las bandadas de grullas  sobrevuelan un año más la comarca en su largo viaje de 4.000 kilómetros desde Escandinavia y Rusia hacia África.

El calendario migratorio se impone. Huyendo de su invierno y anunciando el nuestro, las bandadas de grullas  sobrevuelan un año más la comarca en su largo viaje de 4.000 kilómetros desde Escandinavia y Rusia hacia África. Tras la obligada parada y fonda en la vecina laguna de Gallocanta, ofrecen un bello espectáculo, con su  característica formación en V, el pico hacia el viento, y sus sonoros trompeteos y gritos.
    Los ornitólogos censaron ayer 14.193  de estas aves, consideradas sagradas en la cultura japonesa y símbolo mundial de sabiduría, longevidad y fidelidad. El doble que  hace una semana, lo que indica que su presencia en torno a la laguna, que les ofrece refugio y comida, está asegurada hasta febrero. Algunas desafiarán el frío y los vientos desatados en la planicie y pasarán la gélida Navidad, esperando el retorno de las parientes ‘africanas’ para regresar todas juntas al norte de Europa.
    La temporada pasada 11.000 personas acudieron a ver sus saltos como cometas en el aire, sus danzas prenupciales y la sobrecogedora ceremonia a la caída de la tarde, con el sol ya tendido y las laderas en sombra, cuando llegan a cientos en oleadas para pasar allí la noche. Cuentan que su número se ha multiplicado por trece desde los años 70, debido sobre todo, a una mayor protección. El aumento ha avivado el turismo ornitológico y de avistamiento. Una nueva fuente de riqueza, aunque tampoco en este caso llueve a gusto de todos. Los agricultores consideran escasas y anticuadas las subvenciones ante los daños que ocasionan en sus sembrados.
    Recuerdo una excursión del antiguo Instituto de Molina en los 60-70 cuando apenas se censaban 15.000 grullas al año frente a las 200.000 actuales.  Sin redes sociales ni teléfono, discutíamos si eran escandinavas o rusas porque allí nacían, zaragozanas o turolenses, porque en ambas  provincias está la laguna, o también algo de Guadalajara. Mi amigo-hermano Carlos Quintanilla, que las veía en tierras de la Yunta, tiraba socarrón del refrán del burro: son de donde pacen.
    Conviene ir a la visita bien abrigado. Cela, el premio Nobel, ya bajo la guía de Marina Castaño se fue con lo puesto y pilló un “resfriado de cojones”, según confesó. Debió de ser de algo más, porque dicen que desde entonces no levantó cabeza.