No es solo cosa de políticos

22/09/2017 - 11:36 Javier Sanz

Definitivamente la cosa se pone seria y la sociedad española pide que el 1-0 no haya muertos, que los puede haber por accidente.

A estas alturas de la película soñaríamos con que el asunto catalán se hubiera encallado, pero a las 19.30 del miércoles, cuando acabo de llegar a casa y conecto la televisión, las calles de Barcelona están tomadas por los ciudadanos ofendidos tras el registro de esta mañana y las catorce detenciones. Es más, en la Puerta del Sol no cabe un alfiler apoyando la causa catalana. Definitivamente la cosa se pone seria y la sociedad española pide que el 1-O no haya muertos, que los puede haber aunque sea por accidente. Por simplificar, estamos en esta situación por incompetencia de los políticos, incapaces de llegar si no a un acuerdo al menos no a una ruptura que parece evidente en la sociedad catalana cuando en la sobremesa familiar tiembla la cafetera si se habla de política.
    Lo que no está tan claro es que sean los políticos, muchos de ellos de una incompetencia supina aun con décadas de permanencia en escogidos cargos, los que tengan que solucionar delicadas cuestiones sociales pues les falta formación y sesera. En tiempos de Homero se contaba con el “Consejo de ancianos” y en el de Pericles con el “Consejo de los quinientos”, una instancia de ponderación y consejo de carácter público, en definitiva los hombres de sabiduría, ganada a base de experiencia y tiempo, “los prudentes”, los phronimoi.
    ¿Por qué no se les llama, España los tiene, a consulta? ¿A quiénes? A historiadores –que evaluarán si las razones históricas a las que apelan algunos tienen o no fundamento-, a filósofos –que dictaminarán sobre la razón de ser de algunas actitudes de diferenciación de hombres e ideas-, de sociólogos –que darán su parecer sobre los factores que influyen en la convivencia para su excelencia, normalidad o deterioro-, de antropólogos, de economistas, de juristas, de educadores, de intelectuales… todos ellos desde la independencia. Nadie propone que sus decisiones sean vinculantes, pero no cabe duda sobre la coherencia de sus consejos, dirigidos no ya a lograr situaciones óptimas sino al menos a no incurrir en otras de penosas consecuencias, que es mucho.
    Cada año las encuestas de valoración profesional condenan al farolillo rojo a los políticos, uno de los grupos a los que menos aprecia la sociedad (véanse, por ejemplo, las encuestas de los últimos años de Metroscopia). No ya por sus incontables casos de corrupción, sino por su incapacidad manifiesta para promover las acciones de desarrollo y convivencia de un país. ¿Por qué sigue funcionando en lo básico, muchas veces con cotas de excelencia? Por la presencia de los profesionales a las 8 de la mañana en sus puestos. Con superior conocimiento de lo que hacen, a lo que unen el plus de entusiasmo y cariño que en ello ponen.