Tardes estivales a la puerta de casa en el Alamín
Señor director: vivo en el barrio del Alamín desde hace diez años y hay una cosa que me fascinó desde el principio y sigue llamándome poderosamente la atención.
Señor director: vivo en el barrio del Alamín desde hace diez años y hay una cosa que me fascinó desde el principio y sigue llamándome poderosamente la atención. Es que, a pesar del crecimiento y los cambios experimentados por este barrio, todavía se conserva lo que considero una admirable costumbre de algunos vecinos, la mayoría mujeres. Y es la de sacar la silla y sentarse a la puerta de casa para charlar con las vecinas en las calurosas tardes-noches estivales. Cierto es que ya son contados los grupos que se pueden ver, pero yo tengo contabilizados, al menos, tres. Uno ha empezado a fallar este verano, y me temo que al que viene ya no volverá, y el resto son muy reducidos, pero me alegra verlos y oír el rumor de la conversación cada vez que paso a su lado. No es solo por nostalgia de lo que los que tenemos pueblo hemos vivido, es porque me parece una buena forma de “hacer vecindad”, siguiendo esa moda de “hacer ciudad”, que habría que conservar y/o recuperar. Y, ¿por qué no confesarlo?, es también algo de envidia, sana. Cuando paso a su lado suelo ir ensimismada en mi móvil, esa herramienta que nos conecta con el mundo pero nos hace olvidar y desentendernos de lo que tenemos al lado, y pienso en lo contradictorio de ambas situaciones y lo agradable que sería sentarme con mis desconocidas vecinas... Pero tengo demasiada prisa y demasiadas cosas que decir a esos que están al otro lado del teléfono. Quizás al año que viene, si todavía siguen ahí...