Un patrimonio del que presumir
No somos de presumir. Disfrutamos de nuestra riqueza cultural, patrimonial, religiosa, taurina... cuando hablamos con amigos de otras provincias les invitamos a nuestros pueblos y ciudades.
No somos de presumir. Disfrutamos de nuestra riqueza cultural, patrimonial, religiosa, taurina... Cuando hablamos con amigos de otras provincias les invitamos a nuestros pueblos y ciudades. Y ellos mismos descubren la magnitud de esa riqueza. Entonces son ellos, los que no son de la provincia, los que presumen de Guadalajara lejos de ella. De lo que han visto, eso que se ha quedado grabado en sus ojos. Y estas semanas estamos teniendo perfectos ejemplos: el encierro de Brihuega, guste o no el mundo del toro, atrae cada año a miles de aficionados. Las Ferias y Fiestas de Guadalajara son conocidas en los pueblos cercanos por sus conciertos y actividades para todos los públicos. Y también Sigüenza, la segunda ciudad con más visitantes de la región después de Toledo. Ahora le toca el turno a la Ciudad del Doncel. Son muchos los ingredientes que tiene en su cóctel de éxito, principalmente el que conforman su patrimonio único. Sin embargo, nunca está de más incorporar nuevos aderezos. Las Fiestas de San Roque, ni más ni menos. Lamentablemente, ayer dio sus últimos coletazos con un acto digno de ver, al menos una vez en la vida: la Procesión de los Faroles. Es un acto que invita al recogimiento, a sumarse al rezo de los cientos de fieles que acompañan la Virgen de la Mayor. Pero también a disfrutar de un cuadro que se pinta en directo. Las calles de Sigüenza se van tiñendo poco a poco de los colores de la noche, rotos únicamente por la claridad que desprenden los más de 100 faroles. No hace falta sentir devoción para reconocer la belleza de una estampa especial. Y es que el fuego y la noche casan perfectamente en actos religiosos y festivos como éste, pero también en otros como la Procesión del Fuego de Humanes o la de la Virgen de la Granja de Yunquera. La lista es, ha quedado claro, interminable. Mil y un motivos para presumir. Porque cuando hay motivos para hacerlo no hay por qué achantarse. Presumamos pues.