Al compás de una milonga

26/02/2017 - 12:26 Emilio Fernández Galiano

“Macri llega a España presentando la nueva imagen de Argentina, sacudida de oxidadas y apolilladas fórmulas populistas”.

El pasado martes tuve la suerte de comer en Madrid con un miembro de la legación argentina en la visita del presidente Macri a España. Aprovechamos la ocasión para hablar distendidamente de la situación de nuestros respectivos países. Problemas distintos bajo un idioma común y una historia fraternal.
    Por extensión a todos los españoles allá nos llaman gallegos, por la importancia de la emigración al otro lado del charcode una importante población de esa región a finales del XIX y principios del XX. Las relaciones de ambos países y principalmente desde mediados del pasado siglo ha sido buena, con algunos altibajos. No en vano Argentina fue de los pocos países latinoamericanos que rompieron el aislamiento comercial de nuestro país durante la dictadura de Franco. Y de hecho el abastecimiento de carne y cereales tras la posguerra fue determinante para nuestro país. Argentina era rica, España, muy pobre.
    La visita de Evita Perón fue utilizada por el régimen como un quicio de luz al exterior de una España amurallada por el miedo y la vergüenza. “A la Franca no le gusta la Perona”, cantaban en recónditas tabernas junto a la Plaza Mayor. Con Perón se iniciaba el peronismo y con Franco el franquismo, pero el primero sobrevivió al personaje y el segundo feneció con él.
    Es cierto que la dictadura de Videla alimentó –y prolongó- la supervivencia del peronismo como una suerte de adoctrinamiento político que va más allá del meramente ideológico. Probablemente el peronismo es el primer tipo de populismo reconocido en un régimen político en la cultura occidental. No es casual que el término “populista” fuera utilizado ad hocpor primera vez por un argentino, Ernesto Laclau.
    El laboratorio de pruebas al que sometió a su país la excéntrica Cristina Fernández Kirchner, en desesperada prolongación a la gestión de su marido Néstor, y en un patético mimetismo de la figura de Isabelita Perón, la segunda mujer de Juan Domingo Perón, manifiesta hoy la pésima  situación de la República Argentina. Con un 30% de la población en situación de extrema pobreza, una difícilmente controlable inflación y la presión de los piqueteros como mejor exponente de lo que aquí conocemos por populismo, obligan a que la gestión de Macri sea casi una quimera, a pesar de sus loables esfuerzos. Desde Raúl Alfonsín, un “moderado radical” que permitió un razonable saneamiento económico, Argentina no ha gozado de la incursión de un “no peronista/populista” en la gestión del Estado.
    Pese a su enorme potencial por los recursos naturales de los que disfruta, Argentina no alcanza a liderar la recuperación del cono sur americano. Chile, su gran competencia,  le gana en competitividad y desarrollo, siendo foco y objetivo de la inversión de las multinacionales con ganas de expandirse. No hay más que recordar el flaco favor que la señora Kirchner hizo a las empresas españolas con presencia allí, transgrediendo las principales normas de seguridad jurídica internacional y por lo que, finalmente, ha tenido que pagar.
    Macri llega a España presentando la nueva imagen de Argentina, sacudida de oxidadas y apolilladas fórmulas populistas. Precisamente cuando ahora, en España, algunas sombras de ese rancio idealismo, amenazan nuestra estabilidad y progreso. Las relaciones entre Argentina y España me recuerdan a la pareja porteña que bailando mostraba tanta pasión como descoordinación, pero al unísono, al compás de una milonga.