El cáncer de mama no es de color rosa

26/10/2024 - 19:57 Marta Marco Alario

Desde hace varios años, me ronda la idea de escribir en este día lo que pienso acerca de la romantización, dulcificación y blanqueo del cáncer de mama a través del color rosa y hasta hoy no me había atrevido.

 El motivo de esa falta de atrevimiento no es otro que el sentirme privilegiada por, a fecha de hoy, estar sana. 

La cuestión es que este año, desde hace unos días, he visto cómo algunos escaparates de mi ciudad se llenan de globos, brillantina, luces led, corazones y distintos adornos rosas por un concurso que este ayuntamiento ha convocado y por el que se van a repartir premios por valor de más de dos mil euros... Hay una tienda de baños cuyo escaparate pareciera una de las habitaciones-cabina de De Wallen; asociación de ideas que, cuando me asaltó ayer al verlo, también me hizo sentir profundamente mal porque todo parece poner en el foco a las mujeres y de modo negativo. Finalmente, he pensado que esta suerte (porque esto va únicamente de suerte) de estar hoy sana (al menos mi última mamografía así lo indica) no debe impedir que comparta mi opinión porque, además, y como siempre, asumo su impacto y consecuencias. 

Creo sinceramente que asociar el color rosa con el cáncer de mama ha generado una narrativa muy peligrosa y enormemente simplista, y que reduce, en el ideario de muchas personas que no tengan una conciencia crítica potente, una enfermedad devastadora a un símbolo vacío y superficial. 

Por otra parte, el cáncer no es una batalla ni una guerra, y las mujeres que lo padecen no son ni guerreras ni luchadoras, y mucho menos ganadoras o perdedoras. 

Pienso que el uso de estos términos oculta una realidad muy compleja; quienes sobreviven no lo hacen por ser más fuertes, más valientes o por haber tenido una actitud más positiva, sino porque han tenido acceso al tratamiento adecuado y en ellas ha funcionado, algo que por desgracia, no siempre es posible en un sistema sanitario público en decadencia.

En España, la sanidad pública ha sido maltratada por ciertos grupos políticos cuyos recortes han puesto en peligro, entre otros, los tratamientos contra el cáncer. Uno de ellos muy concretamente ha desmantelado de manera sistemática el sistema de salud con privatizaciones, externalizaciones y recortes en recursos esenciales. 

Los oncólogos/as y enfermeros/as trabajan bajo una presión descomunal, y la falta de psicólogos/as oncológicos es un escándalo silenciado; el acompañamiento emocional, vital en un proceso de estas características, es considerado, en muchos casos, un lujo. 

Me resulta terriblemente hipócrita que muchos ciudadanos se vistan de rosa para “concienciar” sobre el cáncer de mama, pero que después voten a ese partido político que se empeña en destruir la sanidad pública (que podría salvarlos) cada vez que gobierna, y que nos invita a llenar nuestras calles de color rosa a cambio de premios económicos que podrían estar destinados a la investigación de esta enfermedad. 

La idea de que vestirse de rosa, participar en maratones benéficos o en concursos de escaparates contribuya a la lucha contra el cáncer, es un placebo para tranquilizar conciencias. 

No necesitamos colores ni eufemismos como cortinas de humo. Lo que necesitamos es una sanidad pública bien financiada, con acceso garantizado a tratamientos y equipos interdisciplinarios que incluyan una atención psicológica de calidad. 

Mientras los políticos sigan recortando presupuestos y esquilmando lo que nos protege, todo lo demás es pura fachada porque al cáncer no se le derrota con camisetas rosas, ni pidiendo a las enfermas que tengan “actitud”, “valentía” y “fuerza”, sino con investigación, médicos bien tratados, respetados y pagados, recursos y dignidad. Y esta dignidad cobra forma en los votos que depositamos en las urnas.